Capítulo 13 - El escape

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Podían usar bombas.
Sí, podían lanzar los pequeños objetos sin crear ruido ni rastro de humo en el proceso e iniciar caos sin nada que apuntara a ellos.

—Alfred, ¿cuántas granadas tienes?— le preguntó ella, mirándolo.
—¿Se les ocurrió algo?— inquirió a través del aparato Kiku.
—Tengo nueve, ¿por qué?— le respondió, ignorando al japonés.
—Préstame una, yo solo tengo dos normales. — pidió ella.
—Perdón, pero quiero que respondan. — habló Ivan por Kiku mientras el estadounidense descolgaba una granada de su cinto bajo su capa y se la daba a la joven.
—Gracias. — le dijo al muchacho. — Creo que podríamos usar una granada, lanzarla lo suficientemente lejos y que explote allí. — contó ella. — Eso no crearía nada que indique que fuimos nosotros.
—Buena idea. — apreció el japonés.
Да, pero, ¿cómo vamos a lograr que llegue tan lejos?— inquirió el ruso y el estadounidense asintió a un lado, también curioso.
—Yo me encargo de eso. — los calmó ella.

Granada en mano, se puso en pie y miró los alrededores de la refinería. ¿A dónde tirarla?
Divisó un pequeño cuarto que tenía pintarrajeada una pistola en la pared sobre la puerta. Supuso que esa debía ser la sala donde guardaban las armas, así que decidió apuntar hacia allá.

Se paró en el ángulo que necesitaba, le quitó el seguro a la granada y levantó su mano libre para usarla de fijador, tapando el cuarto y mirando a través de sus dedos el objetivo. Se inclinó hacia atrás, con el brazo que sostenía la granada suelto tras su espalda. Levantó la rodilla que estaba al frente y se dejó caer hacia delante, dando un largo paso y girando su torso, usando el brazo como catapulta. Terminó el paso levantando la pierna que se había quedado detrás y soltó la granada en un rápido movimiento de brazo y muñeca, aventándola como bala y haciendo que se enterrara en la tierra justo frente a la entrada del cuarto.

What the f...— susurró Alfred en el instante silencioso entre la llegada de la granada y su explosión.

Silenciando al estadounidense, una sonora explosión se levantó frente a la sala que parecía ser el cuarto de las armas de los maleantes, seguida de tres pequeñas réplicas que muy probablemente venían de la pólvora de las municiones.

Se oyeron un montón de gritos y órdenes, y pudieron ver cómo los dos guardias que habían estado cuidando las puertas de los tanques corrían a ayudar con el fuego, que hizo que la alarma de incendios se activara y causara aún más ruido.

Los dos del otro tanque se dispusieron a abrir la escotilla, y la joven y el otro se giraron para intentar hacer que se moviera.

—(T/N), ¿cómo diablos lanzaste eso tan lejos?— inquirió Alfred mientras se agachaba y se aferraba a un lado de la entrada.
—Práctica, pero no es el momento para eso. — lo apresuró ella, también sujetándose al otro extremo.

Jalaron hacia la derecha, inclinándose hacia ese lado cada uno intentando mover la tapa. Cuando por fin cedió, trozos de metal oxidado comenzaron a resquebrajarse y resbalar por los costados de la pequeña plataforma de la escotilla.
Terminaron de zafarla y se detuvieron unos instantes a tomar aliento. Ella aprovechó ese momento para sacarse la máscara, pues no quería asustar a los rehenes que ya debían estar bastante aterrados.
Se giró hacia el estadounidense.

—Al menos quítate el casco para que no desconfíen. — le pidió.
—Pero dejé mis lentes en el carro, y el casco tiene mi medida. — refunfuñó él, levantando la tapa para ponerla a un lado.
—Oh, vamos, no puede ser la gran cosa. — le ayudó a colocar la escotilla a su costado y le sacó el casco.
—...— Alfred la miró por unos instantes. — (T/N), I can't see shit.
—De acuerdo, ten. — le devolvió el casco. — Por favor no digas eso frente a Peter en grandes cantidades. — pidió, pues sí que entendía inglés.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora