Capítulo 65 - Géisers

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—¡Ah! ¿Cómo está tu espalda? —preguntó de repente la (nacionalidad), recordando que el rubio se había estrellado contra su roca.— Te chocaste contra la roca en la que estaba de pie, ¿o no?
—Ah, eso. —la miró, cansado, pasando una mando enguantada por sus cabellos en un intento inútil de ordenarlos.— Me dejó sin aire por un par de segundos, pero no fue la gran cosa.

(T/N) quedó sorprendida, pero decidió no comentar al respecto. El impacto fue tan fuerte que le dejó sin aire por más de un segundo, y ¿"no fue la gran cosa"? Decidió atribuir todo a su entrenamiento militar mientras no tuviera más información sobre el tema.

Ella decidió levantarse, y el inglés la imitó. Se estiraron un poco para relajar los músculos de semejante esfuerzo y optaron por seguir con su camino hasta donde llegue la plataforma de piedra. Avanzaron en silencio y en línea recta, con el constante sonido del violento fluir del río, por cerca de cinco minutos. Luego, se encontraron con una única salida antes de que terminara el suelo a un par de metros, así que ingresaron y subieron las escaleras por tres minutos más.
(T/N) había comenzado a tararear Sofía para cuando entraron en una sala que estaba compuesta de otros dos pasillos que parecían venir de abajo, y un gran y ancho corredor hacia la derecha.

Se detuvieron unos instantes para decidir sobre qué camino tomar. El techo de esa habitación era bastante bajo, en comparación con las anteriores, y Arthur parecía aliviado de no ver agua por ningún lado.
A los segundos aparecieron dos personas, una por cada puerta.

—Ah.
Er-
—¡Vaya!
Merda.

La (nacionalidad) no pudo evitar pensar en lo oportuno que había sido ese encuentro, mientras que el inglés estaba bastante confundido.
Lovino parecía disgustado con la situación, por otro lado, y Antonio irradiaba felicidad.

—¡Mira qué coincidencia, encontrarlos a los tres aquí! —comentó alegre el español, caminando más hacia el centro de la habitación como los demás.
—Sí, mira tú... —el italiano desvió la mirada, tratando de invocar tolerancia en su ser.
—Yo sí que no me esperaba esto. —se cruzó de brazos el inglés, aún algo sorprendido.
—Yo tampoco.
—¿Eh? ¿Vinieron juntos? —los miró Antonio.
—Bueno, salieron de la misma puerta, así que eso es algo obvio. —lo miró Lovino.
—Ah, no me di cuenta, es cierto. —sonrió el ibérico, devolviéndole la mirada al otro por un par de segundos antes de mirar a los demás.— Supongo entonces que tomaremos esa ruta, ¿no es así?

Todos observaron el largo corredor por el que nadie había aparecido y se lo pensaron. Bueno, en realidad, ¿a dónde más podían ir? Era lo más lógico.

—Supongo que sí. —suspiró Lovino, aparentemente habiendo superado su irritación momentánea.
—Vamos, entonces.

El inglés avanzó primero, seguido de (T/N), Lovino y Antonio. Caminaron con calma dentro del amplio corredor casi en fila, cada uno mirando a un lado distinto.

(T/N) observaba las paredes, algo extrañada de notar que había un gran agujero cada metro. ¿Para qué serían? Y solo estaban en la pared de la izquierda. Cuando habían caminado unos diez metros, la pared de la derecha dejó de existir y en su lugar pudieron ver la habitación adyacente desde arriba: habían unas tres cataratas saliendo de pasillos en las paredes que daban a una gran poza de agua a unos veinte metros hacia abajo que dejaba la sala de abajo por un corredor, casi con la misma intensidad que el río en el que había caído nuestra protagonista.
Comenzaba a asustarse un poco.

Siguió observando el corredor y dirigió su mirada al techo. No era liso, pero era casi uniforme y rocoso. Había dado un par de pasos para cuando notó una inscripción que brillaba, algo que todos parecieron pasar por alto.
Leía: "Algunos son observadores, pero la mayoría son lentos."

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora