Capítulo 16 - La larga historia

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Al cabo de un par de minutos, ya cambiados y secos en su mayoría, el grupo armó una fogata en el centro entre los dos vehículos y se sentaron alrededor.
Habían colocado las toallas y las ropas de baño que usaron sobre el capó y el techo de la camioneta para que se sequen.

Natalya se había secado el pelo y aún tenía la toalla alrededor de sus hombros y espalda para evitar que las gotas que quedaban mojaran su ropa. Ivan estaba sentado entre sus dos hermanas, los tres bastante juntos pues ya hacía frío. Yao se había secado y atado el cabello, y estaba sentado a la izquierda de la bielorrusa, quien estaba a su vez a la izquierda del ruso. Alfred era el que seguía en el círculo, se había puesto sus lentes y su cabello estaba todo despeinado y aún medio húmedo. A su izquierda estaba Kiku, quien ya había guardado su libreta y miraba las llamas, admirando el fuego. De ahí, siguiendo, estaban Peter y (T/N). Ella se había sentado tras el pequeño con un turbante de toalla sobre su cabeza y le estaba secando los cabellos al niño con otra toalla. Luego había un espacio vacío y volvemos con Yekaterina, a la derecha del ruso.
Todos sentados en una ronda alrededor de la fogata.

Estaban en silencio, admirando el fuego, cada uno inmerso en sus pensamientos.
(T/N) terminó de secarle el cabello al pequeño y se sentó entre él y la ucraniana, deshaciendo el turbante y secándose su cabello (C/C).

Al cabo de unos minutos, ella se levantó y extendió ambas toallas sobre la camioneta, caminando de vuelta a su lugar en el círculo y acariciando la cabeza del pequeño, quien se echó en su regazo ni bien se sentó.
Yao se removió un poco en su sitio.

—(T/N)... hay algo que quiero saber...— el chino hizo una pausa. — Estoy casi seguro de que no soy el único, y creo que es hora de que nos digas...
—¿Sí?— apremió ella con calma, aunque ya se temía lo que seguía.
—Cuando...— tomó aire, y miró al piso mientras hacía memoria, su expresión era seria. — Cuando te pregunté por qué me salvaste, dijiste que era una larga historia. Desde un inicio estaban tras las hermanas de Ivan, y nunca diste razones. Cuando Kiku preguntó por qué andábamos juntos, volviste a decir que era una larga historia y que ese no era el momento para contarla. Tengo entendido que cuando Alfred preguntó por qué estábamos en esa ciudad le respondiste que era una larga historia. — hubo una pausa, y la miró a los ojos. — Y en cuanto llegamos a esta gruta y preguntamos por qué habían estado buscando a las hermanas desde antes repetiste que era una larga historia y que nos la contarías luego.
—...— ella no sabía muy bien qué decir, no podía simplemente soltar un "sí, ¿y?" pero, ¿qué podía decir? Todo era cierto. — Sí, es cierto...— dijo lentamente al final.
—Bueno, creo que hablo por la mayoría sino todos cuando dijo que ya es hora de que nos cuentes esa larga historia. — dijo serio Yao, sin dejar de mirarla a los ojos.

(T/N) suspiró, cerró los ojos y se puso en pie. Todos miraron sus pasos.
Caminó hasta la moto y de su mochila extrajo el diario. Lo observó un rato, convenciéndose de que debía decirles de todas formas, y convenciéndose de que sería capaz de hacer que le crean.
Y si no...
¿Y si no qué? Pues tal vez no eran ellos a los que debía encontrar, tal vez eran otras personas y se había equivocado.

Caminó de vuelta a su sitio con los ojos entrecerrados y se sentó, colocando el diario en su regazo. Sacó la llavecita del bolsillo de su casaca y lo abrió, guardándola.

Tomó aire y comenzó a leerles desde el primer día que tenía el diario. No quería que se perdieran ni un detalle, pues en cuanto hubiera terminado ellos sabrían lo mismo que ella sabía: casi nada.
Podía sentir las miradas de todos sobre ella mientras les leía calmadamente las primeras semanas.

Les leyó todo, sin omitir el más mínimo detalle. Desde el primer día hasta el día en que el diario le fue entregado. Leyó hasta que ya no había más páginas y cerró el libro, posando una mano sobre la tapa lentamente y suspirando en silencio, dejando que todos asimilen lo que acababan de escuchar.
Nadie habló, y ella no se atrevía a levantar la mirada y encontrarse con sus expresiones de confusión e incredulidad.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora