Capítulo 41 - La castaña y la sartén

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El japonés los guio sin problemas a través del centro comercial, subiendo al segundo piso y retornando al primero eventualmente una vez pasado el derrumbe que lo separaba en dos.
Pasaron casi diez minutos antes de que lograran llegar a la puerta de salida.

Todas las doce personas que salieron en tropel tuvieron que cubrirse el rostro con sus brazos como reflejo, debido a la repentina oleada de luz que recibieron al dejar el oscuro lugar. (T/N) fue la primera en acostumbrarse, en parte gracias a la máscara, y recibió con los brazos abiertos a Peter. El niño la abrazó y se quedaron ahí unos segundos mientras los seis rescatados y la muchacha se reencontraban con los otros veinte.
La señorita de la sartén se paró a un costado a observarles con una sonrisa, aparentemente no era parte de ese grupo.

Ahora que estaban tranquilos y a salvo, (T/N) se dedicó unos instantes a analizar con la mirada a las personas que no conocía y que estaban presentes.

El hermano de la muchacha era muy parecido a ella, incluso era probable que fueran mellizos. Él era casi una cabeza más alto que ella, cabello marrón apenas más oscuro y ojos índigos. Tenía una expresión constante de leve enojo y fastidio con la situación.
El otro joven –el que estaba todo aporreado– también parecía ser familiar de la muchacha, aunque no era tan parecido como el alto. Estaba encorvado por el dolor, pero aparentemente era apenas más bajo que el anterior. Su cabello era marrón oscuro y sus ojos eran de un malva medio azul.

La señorita de la sartén, de pie a un lado, llevaba el cabello castaño miel medio largo y ondulado por las puntas hasta la espalda baja. A la izquierda llevaba un par de pines para el cabello con forma de flores, y su flequillo estaba echado hacia el otro lado. Tenía unos grandes ojos verdes que emanaban decisión y valentía. Llevaba un suéter verde grisáceo de mangas largas y había amarrado la parte de abajo, dejando parte del polo negro pegado que llevaba debajo al descubierto. Traía un short de jeens y debajo unas mallas negras con huecos rasgados, como si de verdad fueran producto de alguna caída o accidente y no parte del diseño. Unos botines marrones con los bordes doblados hacia abajo y llenos de tierra y rasguños completaban su vestimenta.
En la espalda llevaba una mochila gris de la cual sobresalía el mango de la sartén que había guardado dentro.

(T/N) se acercó a su grupo y se sentó sobre una gran roca al lado de Natalya. Alfred salió del camper y lo indicó con su pulgar.

—Ya guardé lo que encontramos. —anunció, sonrisa presente en su voz a pesar de que nadie pudiera verla por la máscara.
—¿Qué era, por cierto? —preguntó el ruso, sentado a un lado sobre un escombro.
—Comida, fósforos. —enumeró Matthew en un susurro lo suficientemente alto como para que le oyeran ellos, pero no los otros rescatados. Se encogió de hombros.— Cosas raras hoy en día.

Permanecieron en silencio por unos segundos. Gilbert se había tirado en el suelo para descansar, y los otros tres que acababan de salir también estaban cansados. Unos cuantos de los veinte rescatados se acercaron.

—Muchas gracias por salvarnos. —agradeció una chica con una sonrisa.
—Sí, ¿qué hubiera sido de nosotros si no nos encontraban? —añadió un chico.
—En realidad, a nosotros nos encontró ella. —corrigió Francis, señalando a la muchacha.
—Bien hecho. —la felicitó su hermano, despeinando sus cabellos en broma.
—Igualmente, ustedes nos ayudaron. —se las arregló para decir el aporreado.— No cualquiera hace eso...
—Tú concéntrate en mantenerte con vida. —le espetó el hermano de la muchacha.
—¿Nos podrían decir cómo es que terminaron ahí? —inquirió Yao desde un lado, curioso. Gilbert se sentó en el suelo y los miró, prestando atención.
—Entramos para explorar y nos dividimos en grupos sin saber que un par de grupos de maleantes también habían pensado hacer lo mismo. —contó un chico.
—Nos encontraron uno por uno y luego de un caos de persecuciones lograron atraparnos a todos en el patio de comidas.— continuó otro chico.
—Eventualmente ambos bandos de maleantes armaron una tregua momentánea para interrogarnos. —añadió el hermano de la muchacha.— Buscaban las direcciones a un reservorio de agua secreto que nosotros poseíamos; entonces tomaron a uno cualquiera y lo golpearon para sacarle información.
—Yo. —rio rasposamente el aporreado.
—Cállate. —lo miró el anterior.— El punto es que no había forma de que les diéramos el papel con las direcciones, porque tal cosa no existe. Lithia y una persona más son las únicas que saben cómo llegar, pero en ese momento ninguna de las dos estaba presente.
—Así es, la otra estaba explorando el resto de la ciudad, y nos las arreglamos para hacer que Lithia escapara. —comentó una chica.— Y ella los encontró a ustedes.
—Ah, así que tu nombre es Lithia. —sonrió Yekaterina, mirando a la muchacha. Ella le sonrió de vuelta tímidamente.
Alright, pero si los dos bandos de maleantes estaban en una tregua... ¿cómo volvió a comenzar todo el caos? ¿Quién disparó si todos ustedes estaban amarrados? —cuestionó Arthur, confundido.
—Theliz logró zafarse de las sogas y gritó "ya basta" antes de tirarse contra el sujeto que me golpeaba para sacarme información. —sonrió burlonamente el aporreado, y el hermano de Lithia miró irritado hacia un costado.
—Eh, entonces el grito que vino antes de los disparos y la conmoción... ¿fuiste tú? —preguntó Natalya, mirando al muchacho.
—Era eso o dejar que mataran a este tocapelotas. —refunfuñó el aparente Theliz señalando al maltratado a su lado, y (T/N) parpadeó al escuchar esa palabra. Ese era un insulto bastante inusual.
—Bien, pero... ¿y la otra señorita? ¿Estará bien? —preguntó la castaña de la sartén, de pie al lado de la ucraniana.
—Un momento, ¿tú no eres de su grupo? —inquirió Gilbert, confundido.
—No, yo solo estaba de paso. —lo miró ella, y (T/N) suspiró. Ella también había jurado que era parte del grupo grande.
—Bueno, pero yo también quiero saber. —entró en la conversación la (nacionalidad). —¿La otra señorita va a estar bien?
—¿Quién, Zel? —preguntó el aporreado, y Lithia y otros cinco integrantes asintieron.— Ah, mi hermana va a estar bien. Debería estar regresando en cualquier momento.
—¿Regresar? —se confundió (T/N).
—Se fue para desviar a los maleantes. Regresará en cuando se haya asegurado de que se fueron siguiendo un rastro invisible de nosotros. —le explicó una chica.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora