Capítulo 26 - Heridas

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—Pero hay algo que aún no termina de cuadrarme. — continuó la joven (nacionalidad), acariciando los rubios cabellos del somnoliento niño a su lado, con cuidado de no raspar sus propias heridas. — Yao no tiene excusa para haber pensado que era la líder, ya que cuando él apareció solo estábamos Peter y yo. — recordó. — Además, él creyó que yo era su madre, así que nada de lideresa por el momento.
—Sí, eso es cierto. — concordó el chino, mirándola. Todos escuchaban atentamente, sobre todo los dos nuevos.
—Sin embargo, luego llegó Ivan. — (T/N) dirigió su mirada hacia el de ojos violetas. — Si mal no recuerdo, tú creíste que los tres éramos una familia, siendo Yao mi esposo y Peter mi hijo. — pausó, y el ruso asintió desde su sitio, sus hermanas mirándolo extrañadas. — Pero entonces, ¿cómo se te pasó por la cabeza que yo era la líder del grupo?
—Ah, es que cuando aclaramos las dudas luego de que llegara Kiku supuse que, si no eras la esposa, entonces eras la líder. — sonrió inocentemente el alto. — Yao parecía hacer todo lo que le dijeras y aceptaba todas tus decisiones, por lo que supuse que debía seguir tus órdenes también.
—Así que es por eso... — sopesó ella luego de un momento de silencio, interrumpiendo sin darse cuenta al chino que quería empezar a hablar. — Asumo entonces que el resto de ustedes pensó lo mismo y se convenció al ver que los que llegaron antes se comportaban como si yo los liderara. — declaró, recibiendo afirmaciones de parte de todos (menos los dos nuevos). — Entonces fue como un efecto dominó...
—Bien, pero si no eras la líder, ¿por qué Yao te trataba como tal? — cuestionó Ivan, aún no muy convencido.
—¿Porque le salvamos la vida...? — dijo en voz baja Peter, no muy seguro de su respuesta.
—En realidad, sí. — confirmó el chino. — Decidí asumir a (T/N) como una líder porque le debía –y aún le debo– la vida.
—¿Entonces toda la confusión fue because Ivan asumió algo que no era cierto? — preguntó Alfred.
Нет, creo que te equivocas, Alfred. — negó el ruso, esbozando una sonrisa sombría para el estadounidense.
—Fue porque le salvaron la vida a Yao, ¿qué no entendiste? — sentenció algo irritada Natalya, manteniendo un tono monótono, entrando en la conversación para defender a su hermano. — Si se lo hubieran encontrado de otra forma, él no hubiera decidido tratarla como líder, sino más como compañera. Entonces mi hermano no hubiera pensado lo que se insinuaba.
­—La lady tiene razón. — la apoyó Arthur, calmado, recibiendo una mirada de "en serio, ¿de qué lado estás tú?" de Alfred.
—Tú no te metas, anglocejón. — reprochó el estadounidense.
—No me llames así, gringo. — respondió irritado el oji-esmeralda, el canadiense aparentemente divirtiéndose ante la escena desde su lugar.

Pasaron el resto de la noche hablando de cosas triviales hasta que todos hubieran terminado la cena. El inglés y el canadiense cargaron todos los platos hasta la cocina y los escondieron, pues no había con qué lavarlos y si los dejaban ahí a la vista alguien podría hallarlos y seguirles la pista.

Se dijeron los "buenas noches" y "hasta mañana" generales, y cada uno se acurrucó en donde le dio la gana. Kiku se apartó del francés y del inglés y se hizo bolita en una esquina de la gran cama.

Peter, no muy dispuesto a dormir al lado de Arthur, se pasó a la derecha de la joven y se acurrucó entre sus brazos, ella rodeándolo.

Se cubrieron con las mantas y poco a poco se quedaron dormidos.
Casi, pues había dos personas que seguían despiertas.
Y una de ellas era (T/N) (T/A).

La joven había esperado a que todos estuvieran dormidos para levantar la cabeza, verificándolo. Desde donde estaba echada no podía ver mucho, pero oía las respiraciones calmadas y lentas de todos los presentes, así que les asumió dormidos.

Se levantó con mucho cuidado de no despertar al pequeño y se deshizo de su agarre, gateando fuera de la gran cama con cautela.
No quería despertar a nadie.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora