Capítulo 45 - Los Trece

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El grupo se dedicó a recoger frutos de los árboles que luego pasarían por el purificador para hacer jugo. Elizabeta era de tanta ayuda y parecía confiar tanto en ellos, que decidieron contarle el objetivo por el que viajaban juntos.

—... —en cuanto terminaron de explicarle se quedó en silencio, como si tratara de asimilar todo.— Bien, pero... ¿por qué no me lo dijeron antes? ¡Es genial! —exclamó, sonriendo ampliamente y levantándose.— ¡No podría simplemente quedarme de brazos cruzados y esperar a que se me acabara el agua y la comida y morir! Y si ustedes tienen este objetivo, ¡mucho menos esperar a que hagan todo sentada a un lado! ¡Con mucho gusto apoyaré!

Peter celebró, y fue seguido del resto del grupo.

Pensaron en armar una fogata y dormir un poco más ahí, pero Francis hizo notar que ya estaba amaneciendo. Decidieron entonces continuar con su camino, ya podrían ir a dormir luego y en un mejor lugar.

Subieron a los vehículos y continuaron con la ruta que habían trazado en el mapa de Arthur. Alfred los condujo fuera del bosque y de vuelta a la carretera, pasando por varios pueblos y ciudades mientras se internaban en el área de planicie y se acercaban a la nieve.
Claro que aún faltaban varios kilómetros, pero ya comenzaba a hacer frío.

Un par de días se fueron con calma y tranquilidad, y (T/N) se preguntaba cuándo aparecerían las dos personas que faltaban para completar el grupo.
Por supuesto que no esperaba encontrárselos de esa forma.

Se habían desviado un poco de la ruta para buscar comida en una granja. Lograron encontrar un par de cosas en los almacenes y se dirigieron al granero para poder pasar la noche ahí y no en medio del campo desecho.

Entonces (T/N) y Gilbert se bajaron para abrir las puertas y dejar pasar a los vehículos. Las abrieron hacia afuera e ingresaron calmadamente.
Hasta que dos personas saltaron de entre el heno y las plantas mutadas y les apuntaron con sus armas: uno con cuchillas en sus manos y otro con una cacerola que claramente pertenecía al juego de cocina de la misma granja.

—¡¿Lukas?! ¡¿Vladimir?! —se sorprendió la (nacionalidad), reconociendo a ambos amigos.

Ambos jóvenes bajaron sus armas, el noruego soltando la cacerola sin cuidado y el rumano guardando las cuchillas en su sombrero. Vladimir se disculpó por ambos y el inexpresivo simplemente suspiró de alivio, aparentemente cansado.

Muchas preguntas cruzaron la cabeza de (T/N) en cuanto vio el estado en el que estaban: manchados con tierra y plantas, despeinados, agotados y algo golpeados. ¿Qué les había pasado? ¿Dónde estaba Amanda? ¿Por qué no estaban con Killa?
Y si habían saltado a defenderse sin saber quiénes eran... ¿estaban los demás siendo perseguidos por alguien?
No lo sabía, y le preocupaba demasiado. Tenía la insistente sensación de que tal vez ellos dos eran los que faltaban.

De la camioneta se bajó la mitad del grupo, preocupados, y se acercaron a los jóvenes.

—¿Qué les pasó? —preguntó Natalya en cuanto llegó frente a ellos.

Ambos amigos intercambiaron miradas y el rumano soltó aire por su nariz en rendición.

—Nos desviamos un poco de la ruta por la noche sin percatarnos y terminamos por perdernos. —comenzó cansado, mirando a los demás mientras el resto se bajaban a oír la historia.— Como estaba oscuro y no parecía que llegaríamos lejos sin poder ver, decidimos pasar la noche en donde estábamos. Todos nos bajamos de los camiones y encendimos una fogata para poder contrarrestar el frío... pero...
—Unos lobos nos atacaron. Medían casi como un oso, tenían los hocicos partidos en tres y se veían furiosos. —informó el noruego.
—¡¿Qué?! Pero... ¡No es posible! —se confundió Peter.
—Así es, pensé que los animales ignoraban a los humanos. —añadió Yao.
—Y así es, pero algo debe haber sucedido... —analizó (T/N).
—Sí, algo pasó. —miró a un lado Vladimir.— Una señorita menos expresiva que Lukas nos lo contó, dijo que ella y su grupo habían encontrado un par de vagabundos muriendo de hambre que habían... cazado una cría y... bueno, se la habían comido sin importarles la cercanía de la manada. —tragó saliva y volvió a encarar a la (nacionalidad).— Dijo que los lobos enfurecieron como nunca y comenzaron a atacar todo lo que veían. Mataron a los dos hombres, mataron un par de animales que tuvieron la mala suerte de estar cerca y se dispersaron. Una parte persiguió al grupo de la señorita mientras que la otra terminó por encontrarnos a nosotros.
—Entonces huyeron y se separaron, tiene sentido... —sopesó a un lado Matthew.
—S-Sí, pero el problema es... eh... —Vladimir balbuceó.
—Eso fue ayer en la noche. —completó Lukas.—Los hemos buscado todo el día sin rastro, pero no pudimos ir demasiado lejos por miedo a que los lobos siguieran rondando.
—Eso no es bueno... ¿Killa tenía algún plan por si algo por el estilo sucedía? —preguntó la bielorrusa.
—Regresaríamos todos al punto de inicio al cabo de un par de horas, pero los camiones no están donde los dejamos. —apresuró el rumano, claramente preocupado.— Encontramos la fogata, pero no hay rastro de persona alguna.
—Lo bueno es que tampoco encontramos rastros de que hubieran matado a alguien más. —se cruzó de brazos el noruego.
—Mi hipótesis es que tomaron los camiones y huyeron junto con el otro grupo que apareció, creo que entendí que ellos iban en un bus. No creo que hayan querido dejarnos atrás, pero dudo que hayan tenido otra alternativa si querían mantener a todos con vida. —suspiró Vladimir.— Honestamente, no los culpo. Solo me preocupa pensar que tal vez no somos los únicos que se quedaron atrás.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora