El adiós

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Era Octubre habían pasado 24 días desde que había pisado por primera vez la casa, todavía me sentía desubicado, aunque en menor medida.

Desde que Miguel volvió de la sala de expulsión habían pasado muchos días, casi dos semanas, y por consecuente habían ocurrido muchas cosas.

Candelas salió expulsada el pasado jueves, a la mayoría no nos entristeció su salida aunque quizá hubiésemos prefiero que se fuese Bárbara. Ella junto a Adara había formado una especie de dueto mortal, solo buscaban peleas y protagonismo a toda costa. Habían discutido con la totalidad de la casa, siempre utilizaban la misma táctica: primero buscaban cualquier excusa para armarla, nos provocaban para luego sentirse ofendidas, y por último salían huyendo al confesionario para que la audiencia viese lo dolidas que las habíamos dejado.

Yo por mi parte había conseguido esquivar sus ataques aunque no me había sido nada fácil. A pesar de nuestro numerosos intentos por hacer oídos sordos a sus indirectas, ellas no cedían y hasta que no conseguían que saltásemos no paraban, me dolía por Bea porque veía que sufría cada vez que discutía, quería que los demás viésemos en ella una chica dura pero luego la escuchaba llorar en el baño a escondidas.

Por otra parte Adara y Pol habían conseguido lo que ambos querían, se habían convertido en la pareja oficial de la casa, a él se le notaba el amor en los ojos, pero de ella dudábamos todos.

A penas llevaban una semana y media juntos, pero habían discutido por lo menos cuatro o cinco veces, empezaron con pequeños piques, pero ya estaban llegando a niveles superiores. A ella le estaba empezando a pasar factura, tenía que conseguir ser la pobre inocente que el novio la estaba volviendo loca, llevaba un par de día discutiendo con Pol porque este, estaba pasaba bastantes rato junto a Miguel. Vale que Miguel era gay y que sentía un cariño especial por Pol, pero entre ellos había una estricta amistad, además de que a penas pasaban una hora juntos en todo el día. Adara y él permanecían unidos como siameses la plenitud del día, hubo una noche que escuchamos ruidos extraños desde su cama, pensamos que eran gemidos, pero a la mañana siguiente cuando les preguntamos ambos lo negaron rotundamente.

-Hola -me dijo desde la puerta de la habitación Bea

Iba vestida con un top de color negro que resaltaba sus pechos, unos vaqueros claros y unas zapatillas blancas planas. No me gustaba nada el peinado de dos moños que llevaba puesto, pero aún así estaba preciosa, ella era preciosa.

-¿Qué te pasa?

Me miraba con esos ojos marrones oscuros mientras se acercaba lentamente a la cama en la que yo estaba acostado. La sonrisa que llevaba dejaba al aire esos diente perfectamente alineados que junto a sus delgados labios realzaban su cara.

-Dime, ¿Estás bien? -me preguntó acercándose. -Sí, un poco cansado ¿Y tú?

-Nerviosa, no se que va a pasar hoy -me respondió mientras posaba su cara en la almohada en la que yo estaba apoyado.

Estábamos a domingo, ese día habría debate, a simple vista parecería que no era nada para ponerse de los nervios, pero un mal presentimiento ocupaba nuestros cuerpos.

Bea estaba nominada desde el jueves anterior, me di cuenta de ello nada más salió por la puerta del confesionario, vi en su cara y en sus ojos el miedo que tenía aunque ella intentase aparentar la fuerza de un diamante. Y aunque no se lo quiso contar a las personas de la casa, los más cercanos a ella, Miguel, Clara y yo, se lo fuimos notando, hasta que el sábado se lo conseguimos sonsacar.

Bea llevaba desde la semana pasada intentado hacer cara a Adara, quería ver a quién apoyaba el público, así que el jueves decidió nominarse y por consiguiente hacer frente a Adara, la cual había salido también nominada junto a su amiga Barbara y Montse.

Quien no arriesga no ganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora