Puertas abiertas

921 18 3
                                    

-¿Me lo vas a contar ya? -me preguntaba ansioso mientras recogía los restos del desayuno 

-Te he dicho que cuando nos vayamos te lo explico todo.

-¿Pero por qué no puede ser ahora? -insistía secándose las manos

-Porque yo no quiero.

-Hace tiempo que no confías en mí, ¿Es por algo en especial? -de pronto su cara se entristeció.

-No es eso -no quería verle así -Solo que cuando te lo cuente no quiero tener que ver tu cara el resto del día.

-¿Tan malo es?

-Quizás -contesté mientras me dirigía la baño para limpiarme los dientes -No pienso darte ninguna pista, no vas a conseguir sonsacarme nada -proseguí mientras entraba por la puerta.

-A lo mejor yo ya lo sé -le escuché decir haciéndose el listo mientras yo cogía la pasta de dientes.

Pensaba que él no lo sabía , no le había dado ninguna señal para que pudiese pensar que me gustaba, incluso en un intento fallido de eliminar ese sentimiento me había alejado de él durante un par de días. Quizás mi plan hubiese funcionado si le hubiese dado tiempo, pero al parecer el programa no quería que eso sucediese, al parecer querían verme sufrir. Tal era el punto que me habían llevado al apartamento para que le confesase lo que sentía, tenía claro que ese era el motivo de nuestras pequeñas vacaciones ya que llevaba varios días confesando mis penas en el confesionario, ahí, sentada en su pequeño sofá estuve durante horas explicando mi sufrimiento interior.

-Anda ven aquí -le escuché decir desde el salón mientras terminaba de sacudir el cepillo.

-Voy -contesté cuando salí por la puerta -Pero... ahí no vamos a caber -le expliqué cuando me di cuenta que estaba acostado sobre el pequeño sofá.

-Sí, nos apretamos un poco y hay espacio de sobra. 

-¿No es más fácil acostarnos en la cama?

-Mira, si quieres hacerme compañía aquí te estoy esperando, pero si deseas estar cómoda porque eres una frágil princesita, puedes irte sola a la cama -me contestó con ironía.

-Bueno.... como de princesa yo tengo poco tendré que recostarme contigo supongo. -dije mientras me sentaba junto a él.

-Supones bien -me respondió a la vez que me cogía de la cintura haciendo que me acostase a su lado.

Nos quedamos uno frente al otro pegados como en una lata de anchoas, nos mirábamos a los ojos en silencio hasta que repentinamente y sin ningún preámbulo Rodri empezó a reírse y como consecuencia yo hice lo mismo.

-¿Qué te hace tanta gracia? -le pregunté recogiéndome el pelo hacia un lado.

-Está situación -me explicó -¿Tú te habías imaginado en algún momento que estarías aquí conmigo? -hizo una pausa -¿A solas?

-La verdad es que sí, mi mente está rebosante de imaginación.

Era cierto, durante las noches me imaginaba cómo sería estar con él fuera, como sería ir de compras, él escogiendo sus chaquetas refinadas mientras yo me probaba los shorts más llamativos, como sería viajar por el mundo de su mano, como me agarraría fuerte cuando estuviéramos en el avión, como me diría que no pasaba nada, que no había que tener miedo de las alturas, me imaginaba todo lo posible, todo aquello que sabía que solo existiría en mi imaginación.

-¿Qué pasa? ¿Quieres irte ya? -le pregunté -Pues todavía te quedan muchas horas conmigo -hice una pausa -a solas.

-No, no es eso -de pronto noté su mano rozando mi tripa -Mira, si te soy sincero, estoy más feliz contigo aquí solos que en la otra casa -sus dedos empezaron a acariciar mi piel.

Quien no arriesga no ganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora