Indescriptible

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Un océano de saliva y nervios se mezclaba con la frescura de la menta de su aliento. Mi mano pícara se metía por debajo de su ropa haciendo movimientos circulares mientras con mis piernas la acercaba hasta fundir nuestros cuerpos en uno.

-Rodri... -me susurró mientras separaba sus labios de los míos. -No tienes que hacer nada que no quieras.

En forma de respuesta le agarré del moño hasta acercarla a mi boca y volver a unir nuestras comisuras. Tras un rato pudimos diferenciar su piel de la mía, baje mi cabeza apoyándola en su pecho y nos quedamos en un absolutos silencio que fue devolviendo a la calma los latidos de su corazón.

-Voy al servicio -dijo para salir de ahí en un tono casi inaudible mientras me alejaba de su cuerpo y me colocaba en la posición anterior.

-Vale -le agarré de la muñeca haciendo que girase su cuerpo, con lo que yo pude robarla un beso que le devolvió esa sonrisa que alegraba su cara.

Incluso con esos pantalones grises que no marcaban su figura andaba cual princesa con moño en lugar de corona y calcetines en vez de tacones de punta. Los tirantes de la camiseta se le habían desprendido dejando al aire unos hombros perfectamente alineados y yo desde la cama soñaba con volver a tenerla a mi lado.

Ahí solo, empecé a darle vueltas a la cabeza. Era raro que después de tantos días y semanas negando mis sentimientos estuviese pasando de verdad, ya había tomado una decisión y iba a ser consecuente con ella. Tenía miedo y dudaba de haber elegido lo mejor, yo estaba seguro de lo que en ese momento quería pero no sabía si mis sentimientos seguirían siendo los mismos durante el transcurso del programa y por ello tenía cierta incertidumbre y preocupación de hacerla daño.

Quería ser claro con ella y no darle falsas ilusiones que la pudiesen dañar más tarde, pero a la vez sentía que si le decía que el futuro no estaba claro la haría desconfiar y perdería lo que habíamos empezado esa misma tarde.

De repente la vi traspasar con timidez el umbral de la puerta y pararse indecisa ante la esquina de la cama.

-¿Estás bien? -le pregunté todavía con las mejillas ardiendo.

-Sí -respondió mirando al suelo mientras rozaba su brazo con la yema de los dedos.

-¿Vienes?

-Ehh, sí -dijo tímida mientras posaba su pelo sobre mi brazo.

-¿Por qué estás así de tímida con lo activa que eres? -le acariciaba la cabellera.

-Es el impacto.

-Ya, es un poco raro la verdad -fui bajando los dedos hasta llegar a su tripa. -Quería proponerte algo -dije al rato.

-Cuéntame -la timidez se convirtió en intriga.

-No quiero que te suene raro -su cara mostró rasgos de asombro -Pero podríamos mantener esto a escondidas de nuestros compañeros y así el programa será más emocionante.

Era cierto que quería ponerle cierta pizca de emoción al concurso pero en el fondo también quería evitar comentarios sobre lo nuestro a nuestras espaldas y así no tener esa presión que me controlaría a la hora de actuar con Bea.

-Vale -respondió pensativa -Es extraño, pero aquí nada es normal ¿no?

-Eso dicen -respondí mientras alargaba un extremo de la manta y nos metía dentro de ella. Nos quedamos en un cálido silencio que nos fue introduciendo lentamente a los mil sueños.

Al despertarme no había nadie a mi alrededor, únicamente me encontraba yo solo en la habitación, con lo que pude quedarme meditando un buen rato hasta que la presencia de algunos de mis compañeros hizo que me perdiese de nuevo. Aparté la colcha y salí de la cama mientras me retocaba el pelo. Al llegar al salón me encontré con un pequeño grupo de personas en el que se encontraba Bea sentada en el sofá. Me acerqué a ellos y me coloqué al lado suyo.

Quien no arriesga no ganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora