Mente o corazón

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"Siete días era el tiempo que había transcurrido desde que Bea me confesó su amor, lo sabía de antes pero no me di cuenta de mis sentimientos hasta que escuché la magnitud de sus palabras."

"Una semana hizo falta para que un veintiuno de octubre pudiese ordenar mi cabeza llegando a la conclusión de que la quería, sí, lo que sentía por ella no era normal, a pesar de haberlo negado hasta la saciedad no podía resistirlo más."

Cogí la jarra de agua y eché una pequeña cantidad en cada vaso que se encontraba en la mesa, me senté y esperé a los demás. Devoré la comida como solía hacer, me levanté antes de que los demás pudiesen llegar a la cuarta cucharada y salí dirección al confesionario.

-Buenos días Súper -cerré la puerta y me senté en el pequeño sofá.

-Hola Rodrigo -me saludó como siempre. -¿Qué te trae hoy por aquí? -me preguntó. 

-Bueno.... quería venir a hablar sin más.

Todavía un mes y medio más tarde se me hacía raro hablar con alguien al que no veía y el cual tenía una voz difuminada por un aparato. Sabía que a penas unos metros nos separaban y que quizás se encontraba detrás de uno de los espejos que rodeaba la casa, pero a pesar de ello nunca pude llegar a imaginarme su cara o tan si quiera su verdadera voz.

-Cuéntame -respondió al rato.

Dentro del confesionario uno perdía la noción del tiempo, únicamente podías hablar pero una vez que empezabas no parabas hasta haberlo soltado todo. Las conversaciones parecían monólogos ya que el Súper apenas se hacía escuchar una o dos veces, las cuales nunca podían ser mensajes de apoyo o consejos, ya que el programa no podía intervenir en nuestras futuras decisiones, ellos simplemente querían que nosotros nos expresásemos y que al hacerlo sacásemos nuestras propias conclusiones. Yo por mi parte lo veía como si fuese la vida real, en la que ante cualquier problema uno espera siempre que la solución se la de un amigo o tu propia familia sin ni siquiera haberte parado a pensar si tú solo puedes hacerte con el control, lo veía como algo que un futuro nos haría pensar, una manera de hacernos más independientes, era la forma de darnos cuenta que por nosotros mismos podíamos llegar a donde queríamos.

Quizá ahí dentro me hubiese gustado recibir un consejo o cualquier tipo de ayuda justo en ese momento, justo cuando no sabía qué hacer, pero ahora me doy cuenta de lo afortunados que fuimos.

-Gracias Súper -dije mientras esperaba a que activase el mecanismo que abría la puerta.

-Adiós - se despidió con su tono normal.

Sin poder reaccionar tras cerrar la puerta con el pie me la encontré de golpe sobre mi, la agarré tan pronto como pude de la parte baja de su espalda para que no se cállese y ella hizo lo mismo sujetando sus piernas al rededor mío.

-Si que has tardado Chiconino -me dijo con esa sonrisa que tanto sabía que me gustaba. 

-¿Me has echado de menos?

-Ya lo sabes -me susurró al oído -¿Y tú? -preguntó con picardía

-Bea... -le dije mientras la bajaba con cuidado

-Ya lo se. -me cortó antes de que pudiese terminar -No hace falta que lo repitas -dijo a poco metros de mi con total seriedad -Me quedó muy claro en el apartamento -prosiguió más seria mientras se alejaba.

Desde que volvimos ella y yo estábamos mejor que nunca, no nos hacía falta mucho para ser felices, pero siempre le quedará en su corazón que la rechacé a pesar de mis múltiples intentos para que se quitase esa idea de la cabeza.

-No voy a repetirte nada -la agarré del brazo y la atraje cerca mío -Creo que ya sabes lo que pienso -hice una pausa -y lo que siento.

-Y tú ya sabes lo que pienso sobre tus ideas.

Quien no arriesga no ganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora