Una tristeza recorrió mi cuerpo al escuchar que no entraría en la casa, mi sueño se había acabado antes de tan siquiera empezarlo.
Me había convertido en una reserva, una mísera reserva, no era nadie especial para ellos, no me querían como concursante. Pues ellos se lo pierden, se pierden mi locura, ellos no saben la guerra que yo daría ahí dentro, eso sí que iba a ser un experimento.
Encima se regodeaban invitándome a la gala de inicio. ¿Qué querían? ¿Querían verme morir al ver la casa y no estar ahí dentro?
No, me negaba, no pensaba ir, si no me quieren dentro, no les daré el placer de verme sentadas en las gradas.
Era el día, hoy se suponía que iba a entrar, pero no, ellos no han querido.
El chirrido de la puerta de mi casa me despertó, eran las ocho, solo podía ser la yaya que volvía de comprar el pan. Volví a darme la vuelta para dormir de nuevo, ese era el plan para mí día, no pensaba levantarme, cuando antes se termine mejor.
Ahora sería cuando vendría él, me abrazaría, me haría sentir más pequeña de lo que ya era, y me besaría con sus preciosos labios. A pesar de todos los malos momentos, le quiero, sí, le quiero, y aunque no estemos juntos, no me olvido de él, me gustaría volver a verle, pero mi mente no me deja, ella no olvida y la verdad él la había cagado muchas veces, en muchas ocasiones me había hecho sentir inútil, sin ningún tipo de valor y es que él no me valora, pero creo que ni yo misma me valoro, por fuera puedo parecer la típica choni, malota que no le duele nada, pero nada más lejos de la realidad, en mi interior guardo una pija, cariñosa y vulnerable.
Rencor y rabia sentía hacia él, pero amor, sí, también amor, después de todo no sabía porque decantarme.
No podía dormir, un estado de nervios inundaba mi mente, así que, me levanté y fui a tomar el desayuno, ocho y cuarto marcaba el reloj de la cocina, ahí sentada estaba la yaya, me miró sorprendida.
-¿Qué haces así todavía? A las 9 sale el AVE -me dijo con su voz dulce y acaramelada . -No me digas que te has olvidado mi naranjita ya la está liando -continuó diciéndome.
-No, no se me ha olvidado. Yaya no voy a ir, no les voy a dar el gusto.
-Pero mi niña, es tu sueño, a lo mejor no lo disfrutarás como querías pero nunca se sabe y esta oportunidad no te la concederán nunca más, ir al plato, ver a otros grandes grandes hermanos, quien sabe si alguno es el amor de tu vida.
En el fondo tenía razón, no iba a poder disfrutar de mi sueño como quería, pero ir al plato, eso nunca más iba a poder hacerlo. El problema es que mi orgullo no me iba a permitir ir.
-Venga, vístete que ya te hago yo el desayuno y te lo comes por el camino -prosiguió
-Que no, de verdad yaya, ir al plato solo me hará más daño -mi orgullo continuaba sin dejarme
-Pero, ¿Tú eres Narajita la lía o mandarina podrida? Tú sabes lo de quién no arriesga no gana.
Sí, definitivamente era Narajita la lía, sí, lo era desde que era una canija, más canija que el metro sesenta que tenía ahora. Así que liarla era lo que iba a hacer.
Mi abuela siempre sabía dónde darme. Ella es la que me ha dado el cariño, que por culpa de trabajo mi madre no ha podido, apenas la veía tres veces al año, y aunque la echaba mucho de menos, la yaya ocupaba su lugar.
Salí de la cocina, pero volví al recordar algo.
-Un bocadillo de chorizo estaría bien -le pedí a la yaya Carmen.
Volví a recorrer el pasillo, hasta llegar a mi rosa habitación, abrí el armario y me puse el vestido más explosivo que tenía, uno que resaltaba mis 2 bonitas cualidades, no eran naturales, pero lo parecían y el culo, que sí era natural, se me marcaba perfectamente. Por supuesto tenía que ser de color rosa, como mi pelo, al cual le puse un par de extensiones.
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Quien no arriesga no gana
RomanceLa historia de amor entre el pijo y la choni contada desde el principio. Eran polos opuestos, demasiado diferentes, ¿Conseguirían encontrar un punto intermedio o terminarían con su amistad? Venían de dos mundos diferentes, a ninguno le gusta...