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Conocerse a sí misma y aprender acerca de su pasado trajo consecuencias que nunca hubiera imaginado, y Alaska pronto comenzó a interrogarse si hubiera sido mejor...
Durante los siguientes días, Alaska no tuvo mucho tiempo libre. Los primeros días de clase siempre eran los más complicados al estar acomodándose a la rutina, además, las pruebas de Quidditch para el equipo de Slytherin serían el viernes por la tarde y la chica solo tenía un par de días para perfeccionar su juego.
Por suerte no estaba sola, Cedric Diggory y Terence Higgs, dos amigos de cursos mayores, habían cumplido su promesa y estaban ayudándola a practicar, dándole consejos y técnicas para mejorar su vuelo. Y a pesar de saber que era una buena jugadora, no podía evitar sentirse insegura.
Y esa ansiedad sólo había empeorado para el día de las pruebas. Había tenido problemas la noche completa para conciliar el sueño y cuando al fin logró dormirse, su cabeza le hizo ver diferentes maneras en las que podría fracasar aquel día, razón por la que despertó sudorosa y con leves temblores en sus extremidades.
Alaska no había tenido la oportunidad de hablar con el profesor Snape desde que el curso comenzó, pero aquella mañana durante el desayuno, a pesar de su poco contacto, el profesor al ver el nervioso estado de la chica la envío a la Enfermería para que Madame Pomfrey le diera una poción que la ayudara a calmarse. En su camino al lugar, la rubia se regaño a sí misma por haberse visto tan débil ante los demás.
Pero poco podía hacer para controlar su cuerpo aquel día, y cuando la hora de la prueba llegó, la única persona que logró calmarla fue Draco. No estaba segura de cómo lo había logrado, pero no había dejado de agradecerle el gesto durante todo su trayecto al Campo de Quidditch aquella tarde.
En el lugar ya se encontraba una gran cantidad de estudiantes que participarian de la prueba, Alaska no pude evitar notar que la mayoria eran hombres, las chicas que se habían presentado podían contarse con los dedos de las manos. Otro aspecto en el que se fijó fue en las escobas, todas eran de las mejores y una vez más la chica se vio agradeciendole al rubio, quien le había prestado una de las tantas Nimbus 2001 que su padre había comprado para el equipo de Quidditch.
—¡Atención! —Gritó Marcus Flint, el capitán de equipo de este curso—. Haremos unas pruebas básicas sobre control durante el vuelo, luego, si es que pasan, los probaré para el puesto al que aspiran. Ahora...
Flint se encargó de explicar lo que debían hacer, era simple, dar unas vueltas alrededor del campo esquivando las bludgers que él soltaría. La meta era acabar sin ningún golpe.
Claro que aquella prueba había sido excelente para descartar a gran parte de los aspirantes que no eran lo bastante ágiles para esquivar las agresivas pelotas. Alaska y Draco habían logrado pasar a la siguiente ronda con total éxito.
