La manada I

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Una semana, hacía una semana que Aimé no hablaba con los McGee. Una semana en la que no veía a Maxon, porque cuando este se encontraba cerca, Scott encontraba la forma de llevársela. En esta, tampoco había conocido a la familia del rubio, porque no había tenido ganas de salir.
Las palabras del castaño la habían afectado de sobremanera, a pesar de saber que no era cierto,  ella comenzó a sentir que era una carga para los hermanos, y que el chico se había cansado.

Era lunes, Aimé se estaba vistiendo para ir a la universidad. Hacía frío, por lo que se puso una remera básica blanca, un pullover del mismo color, jeans negros ajustados, botas cortas negras y abrigo bordo; además un gorro oscuro.
No se había querido maquillar, por lo que simplemente salió.

-Buen dia. -besó la mejilla de Emily y salió, sin esperar repuesta.
Su relación con la peliroja no había mejorado, al contrario, ya apenas se saludaban.
Bajó en el ascensor y saludó al portero. Salió y se encontró con el auto del rubio. Se subió y lo saludó  con un beso en la mejilla.
-Buen día, Lunita. -él arrancó el auto y comenzó su camino hacia la universidad.
-Buen día. -apoyó la cabeza en su hombro-¿Algún día, me dirás el por qué me dices así? -tenía curiosidad.
-Mmm...-se hizo el pensativo, mientras doblaba en una calle-Si me acompañas hoy a casa te lo digo. -la chantajeó.
-Bien. -contestó, sin detenerse a pensar- Después de todo, ya te había dicho de ir. -le recordó.
-Es verdad. Y no habías cumplido con tu palabra, que mal. -le dijo, luego de abrirle la puerta, en estacionamiento del edificio.
-Bueno, ya. -le exigió.-Después de clases, ¿te parece?
-Genial, te veo más tarde. -le besó la mejilla y se fue a clase.

El día transcurrió bien. A veces sentía la mirada de alguno de los McGee en ella, pero ya les había dejado en claro que Maxon tenía razón y que no se les volvería a acercar.
Cuando las clases culminaron, Aimé se dirigió al estacionamiento, allí la esperaba Scott.
-Vámonos. -le dijo, mientras le abría la puerta. Ella subió y él, luego de cerrar la puerta de su lado, subió y encendió el carro.

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Llegaron a un bosque, lejos de la ciudad. Cinco minutos después, vieron un claro en el que se hallaba un pueblo. Plazas, casas, caminos y gente, mucha gente.
-¿Dónde estamos? -estaba confundida, jamás había ido allí y nunca había escuchado de aquel pueblo.
-Necesito que me prometas una cosa. -la miró a los ojos, fijamente. Ella asintió y, entonces, continuó.-Promete, que cuando lo sepas todo no te vas a ir. -la miró serio.
-Te lo prometo. -se moría de curiosidad.
Ambos bajaron y él la guió, lejos del pueblo, adentrándola en el bosque.
-No te asustes, pronto vas a entender. -la morocha volvió a asentir.- ¿Qué opinas de los lobos?
-¿Lobos? -su mirada pasó de curiosa a confundida.- ¿Lobos, como los animalitos? -la pregunta le pareció estúpida, al instante, pero ya lo había dicho.
-Sí, y como los otros, los de las películas. -bien, ya no se sentía tan mal.
-Los lobos me gustan, en realidad tengo un tatuaje de lobos, ¿quieres verlo? -asintió; entonces, se levantó el pullover y la remera, dejando ver un hermoso tatuaje de dos lobos, uno blanco y uno negro.

-¿Te gusta? -le preguntó.
-Me encanta, es hermoso. -en realidad, le encantaba el dibujo; ya que su lobo era negro, como la noche.
-Bueno, y respecto a lo otro...en realidad, no sé. Siempre pensé que eran irreales, no tengo una opinión al respecto.
-Bueno y ¿si te digo que existen y que estas frente a uno? -lo miró sorprendida, le parecía ilógico.
-Pues, te diría que estás loco, esas cosas no existen. -no podía creer lo que estaba diciendo, en realidad, le parecía estúpido.
-Prometiste no asustarte, ¿recuerdas? -asintió y él cerró los ojos.
Parecía concentrado en algo, pero Aimé no sabía en qué. De repente, se escuchó un crujido, como si algo se rompiera, seguido de otros más. Un quejido, proveniente de Scott hizo, que la muchacha, se quisiera acercar.
Un gruñido la hizo dar pasos hacia atrás, asustada.
-¿Scott?, ¿qué pasa?, ¿qué tienes? -le preguntó. Se llevó las manos a la boca, aterrorizada, cuando se oyó otro rugido y la cara del joven se comenzó a deformar.

No te alteres, por favor.

Escuchó una voz, en su cabeza. Tenía un lobo, de dos metros y medio, delante y escuchaba voces.

-Oh, genial. Me volví loca. -se dijo- hombres lobo, voces, ¿qué más?, ¿hadas, vampiros y cazadores de sombras? -escuchó pisadas, que provenían del lobo- No te acerques. -lo señaló.

Calma, soy yo, Scott. ¿Me dejas explicarte?

-Claro, explícame. -parecía calmada, demasiado, teniendo en cuenta la situación- ¡Pero vuelve a ser humano!, ¡Por Dios y todos los santos! -y ahí estaba la reacción- Espera, se supone que eres Scott, ¿cierto? -vio al animal asentir- Genial, ahora hablo con lobos- se llevó una mano a la frente y lo miró- yo, ¿podría tocarte? -sentía curiosidad, su pelaje parecía, realmente suave.

¿No tienes miedo?

Negó. No entendía por qué, pero no tenía miedo, sólo curiosidad.

-No, no tengo. ¿Podrías explicarme todo? -se acercó y lo empezó a acariciar, su pelaje era realmente suave, parecía peluche.

Bueno, como verás, soy un hombre lobo.
Ese pueblo que viste és mi manada, viven hombres y mujeres lobo. Aunque hay casos especiales, en los que la o el mate son humanos y también viven acá.

Y así, pasaron alrededor de dos horas, en las que él hablaba en su mente y ella lo acariciaba.

Otrooo.

Me gustaría que opinen y comenten.
Si tienen alguna duda o algo que les disguste escribanlo en los comentarios o al privado.

Besos, BL.

Las partes que escribí en otra letra, hacen referencia a cuando Scott habla en su mente.

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