Otras manadas

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Semanas habían transcurrido desde la batalla, pero, los problemas no habían culmidado, a pesar del tiempo.
Una mañana cuando todo parecía tranquilo en la manada, llegó un pedido de ayuda, desde la zona Norte de la ciudad.

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Como cada mañana, al despertar, Aimé se encontraba sola en la habitación. Se había acostumbrado, pero, seguía sin gustarle.
Cuando pasaron cinco minutos, desde que despertó, decidió que tenía que levantarse e ir directo a la ducha.
Se levantó, escogió el atuendo que utilizaría ese día y marchó hacia el baño; no alcanzó a encender la ducha, cuando la puerta se abrió causando un gran estruendo.
-Luna, ¿dónde estás? -la voz de Scott se oyó por toda la habitación.-Debemos irnos.
Aimé salió del baño, al instante, atrayendo la mirada del hermoso hombre con el que vivía.
-¿Qué ocurre? -cuestionó.- ¿Es algo grave?
-Sí, una de las manadas del Norte ha solicitado la presencia de todos lo Alphas de la región. -le contó él, aquello que había leído instantes antes.- Según el Alpha, una manada enemiga se asoció con vampiros y amenazan con matar a su Luna. -se acercó a ella con la intención de calmar el miedo, que veía reflejado en sus ojos.- No pasará nada, tranquila, sólo debemos ir y ayudar, para que nada malo le pase a Milén.
-Milén es la Luna de esa manada. -Scott asintió.- En cinco minutos estoy abajo.
Tomó la ropa que había elegido: un jean, con una remera clara, una camisa negra con estampado y unas botas bajas, a juego con la remera. Se cambió, recogió su pelo en una simple cola y se dirigió al baño, para poder lavarse los dientes y la cara.
-Empaca algo de ropa, nos quedaremos algunos días. -le pidió él.
-Está bien. -fue todo lo que dijo, antes de encaminarse al armario y tomar algunas prendas para ambos.- Vamos.
Ambos salieron, rápidamente, dirigiéndose al centro del pueblo, donde los esperaban todos sus hombres.
-Alpha, estamos listos para partir.
-Luna, en cuanto me transforme, debes subir a mi lomo. -le notificó Scott. -Es la única forma para que puedas viajar con nosotros.
-Está bien, supongo.

Como cada vez que se transformaba, el rostro de Scott se desfiguró por el dolor; aunque nunca tardaba demasiado en convertirse y que éste cesara.
Luego de que Aimé subiera, la jauría partió en dirección al Norte, por la parte trasera de la manada.

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Durante la hora que viajaron, Aimé durmió. Despertó cuando sintió que unos fuertes brazos la levantaban, con sumo cuidado.

-Buenos días, Luna, un placer conocerla. -un hombre, de voz grave y brazos tonificados, la sostenía mientras decía aquella frase. -Soy Matt...
No pudo continuar, ya que, Aimé había levantado un pie, pateándole la cara. Lo que hizo que se detuviera no fue el dolor, no le había resultado doloroso, sino el asombro por semejante acción.
-¡Scott! - gritó ella, a lo que él se acercó.
-Estoy aquí, tranquila. -le acarició el rostro e hizo que el otro hombre la bajara.- Él es el Aplha de la manada que te mencioné, Matthew. Matt, ella es mí Luna, Aimé. -la morocha lo miró un segundo y, luego, le sonrió.
-Siento lo que acaba de ocurrir, un gusto conocerlo. -se acercó y le tendió la mano derecha, que él se encargó de estrechar.
-El gusto es mío. -acercó la mano de ella a sus labios y depositó un beso en el dorso.
-¿Debo recordarte que es mí Luna, Matthew? -prácticamente gruñó Scott.
-No, Alpha, no debe hacerlo. -inmediatamente cuadró los hombros y su expresión se transformó en una mueca.
-¿Y tu Luna? -se le ocurrió cuestionar a ella, para cambiar el enfoque de la conversación.
-Síganme, está en nuestro hogar, les mostraré todo a medida que avanzamos. -contestó él y se giró, caminando hacia el centro de su aldea.

Hola, ¿cómo están?¿cómo pasaron Navidad?¿les dieron muchos regalos?
El mío es éste, cuando me levante les subo más.

L@s amo, BL.

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