El rey de los vampiros

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-Yo...yo creo...-se aclaró la garganta, le costaba respirar.
Habían estado hablando por dos horas. Le habían explicado todo. Ella, en ese momento, sólo pensaba en "me mintieron, me mintió".
-Necesito irme. -se levantó y sintió que agarraban su muñeca.
-No salgas de los terrenos de la manada. -le dijo Scott, asintió y él la soltó.
-¿El cuarto? -necesitabaaislarse de todo.
-Ven, yo te llevo. -se levantó- Espérame un segundo. -miró a Maxon y, sin esperar respuesta, ambos salieron del despacho.
-Es la del fondo, sólo para que recuerdes. -señaló la puerta.
-Bien. -ambos entraron- Quédate conmigo.  -él vaciló- Por favor. -la miró y asintió.
Quizás media hora después, Aimé se encontraba tranquilamente dormida, con la cabeza apoyada en el pecho del rubio. Este se levantó con cuidado, para no despertarla y salió de la habitación, sin hacer el mas mínimo ruido.
-Ya, habla, ¿qué quieres? -le dijo, hostil, cuando volvió a entrar al despacho.
-Necesito hablar de Aimé. -le informó, calmado.
-No hay nada de que hablar. -lo contradijo- Es mi mujer y se convertirá en la luna de esta manada. -lo miró- Fin de la discusión.
-No puedes hacer esto. -se levantó del asiento, furioso, apoyando las manos de golpe sobre la mesa- No puedes hacerle esto. -lo miró, con cólera reflejada en los ojos- Ella no pertenece a este mundo. -cuanto más hablaba, más furioso se ponía- No voy a permitir que la expongas al peligro de vivir en este mundo.
-Tú, -lo señaló- no eres nadie para reclamar nada. -le dijo con desagrado- Y, te recuerdo, que, de los dos, el que más daño le ha hecho, eres tú. -el asco, en conjunto con la rabia y el rencor, estaban reflejados en su voz.
-¡Lo hice para protegerla!, ¡debía alejarse de este mundo! -lo miró con ojos carmesí- ¡Está en peligro y, si la encuentran, va a ser tu culpa! -le gritó.
-Eso es mentira, estabas celoso y te la agarraste con ella. -le dijo tranquilo. Se sentó en un sillón detrás del escritorio y lo miró.
-Sí, lo estaba, no lo voy a negar. -lo miró con sus ojos cautivadoramente negros- Pero ella está en peligro y yo la alejé de mi para que no la persiguieran más. -respiró, intentando calmarse- Usé mis celos como excusa y la traté mal. Pero lo único que quería era salvarla de mí, de este mundo y del tipo que quiere matarla, sólo porque me enamoré de ella. -lo miró, fijamente, con la mayor sinceridad con la que había hablado jamás- Si no me quieres creer, no lo hagas. Es decisión tuya, si quieres que viva o muera. -se giró, dispuesto a salir de aquella casa.
-Espera. -le costaba decir las palabras- ¿Qué hay que hacer para salvarla? -lo miró.
-Unirnos. -el lobo gruñó- A mí tampoco me agrada, pero estoy dispuesto a hacerlo por ella. -se le acercó- ¿Lo estás tú?
-No hay por qué hacerlo, dime a quién hay que matar y lo haré.-lo miró.- No queremos que su alteza se ensucie las manos.
-No lo sé, torturé y maté a muchos hombres, pero ninguno me dijo nada. -quería saber si aceptaba o no- ¿Ace... -escucharon un grito y, ambos, subieron a velocidad inhumana a la recámara en la que se encontraba Aimé.

¿Qué pasó?
¿Por qué gritó?

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Besos, BL.

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