Impredecible.

Capítulo 3

-Valla, creo que se le callo la pulsera a tu princesa jajaja.-dijo burlándose David.
-¡Callate sí!.-respondí enojado.
-Y...¿ahora que? La buscarás se la darás y vivirán ¿felices por siempre? Jajaja.-pregunto David.
-Déjalo en paz David. Aunque por fin piensas algo bien, ¿porque no la buscas Abraham? Tiene mucho tiempo que no te enamoras ya deja el pasado atrás.-pregunto Raúl.
-¿Atras? Tu dices eso porque jamás te han roto el corazón de la manera que lo hicieron conmigo, sabes, fue el hecho de haberme cegado tanto por algo que no valía la pena, pero bueno, no, David no la pienso buscar no te preocupes.

Raúl tenía razón, ya era momento de dejar el pasado en el pasado, me he prohibido tantas cosas por una persona que quizás ya, hasta me olvido, es tonto pensar en ella, lo único que me hace olvidarla es pensar en la chica de hoy.

Nos fuimos cada quien para su casa, pero yo no podía dejar de pensar en esa chica, la chica de negro, un apodo que le habían puesto mis amigos, que no le quedaba nada mal, ya que realmente podría decirse que sí era la chica de negro, un color que para mi es un color raro, pero en ella era un color raro bonito, lo se, es tonto. Después de todo por fin llegue a mi casa.

-¡Mama ya llegue!.-grite cerrando la puerta de la casa.
-Bien hijo, ¿como te fue?.-pregunto mi mamá.
-Bien mama.-le respondí sonriendo.
-Te noto muy pensativo, ¿algún problema? ¿alguna chica?.-pregunto arqueando una ceja.
-Jaja mamá, como crees.-respondí con una media sonrisa.-vale déjame subir a mi cuarto.
Me metí en mi cuarto y por alguna extraña razón no dejaba de pensar en ella, tal vez estaba loco, no le encontraba sentido, era una persona que jamás había visto en mi vida, no tendría que importarme o simplemente fue de tanto que hablaron de ella, sí eso debió de ser, me recosté y cerré mis ojos, tal vez para mañana ni siquiera la recordaría.