III

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—¡¿Qué?! —se sorprendió Ash, por poco no escupió la bebida. ¿Qué le enseñara a tocar guitarra? ¿Qué idea tan loca era esa? Era como si ella le pidiera que le enseñara a tocar el piano. ¡Era una locura!

¡Alto! Ahora que lo veía bien, no era una locura. Si Johnny le enseñaba a tocar el piano, ella podría ganar de manera más sencilla. Si la voz le llegaba a fallar en una nota (lo que dudaba) el piano podría sacarla de aprietos.

—Sí. —Johnny asintió con una sonrisa—. Así podré hacer un mejor número. —Se quedó mirándola unos segundos, mientras la melosa y azucarada canción de Lance y Becky le taladraba los oídos; estaba por vomitar por tanta cursilería—. Y si quieres —continuó él— puedo enseñarte con el piano. Es ganar-ganar.

Ash sonrió; una sonrisa competitiva y ansiosa. Él le había propuesto lo que recién había pensado, por un momento agradeció que Buster organizara ese número extra. ¿Quién mejor que Johnny? Él simplemente no decía no, ayudaba sin necesidad de pedirlo.

Tenía que aprovecharlo.

—A ver —dijo, apretándose el entrecejo. «¡Detengan esa música!» Miró a Johnny—. ¿Me propones que yo te enseñe con la guitarra y tú con el piano? ¿Eso nada más?

—«Una mano lava la otra» —dijo—. Es lo justo.

Una sonrisa incrédula se formó en los labios de la puercoespín a la vez que negaba con la cabeza. La oferta de Johnny era demasiado buena; si llegaba a aprender a tocar el piano como él, no tendría competencia por parte de ninguno de los demás.

—Bien —dijo—, te enseñaré. —El rostro de Johnny se iluminó—. ¿Tienes guitarra con la que practicar?

Johnny dejó caer los hombros.

—No —dijo, contrariado. Ash suspiró.

—Yo tengo una extra, solo que es de mi tamaño —comentó, mientras guardaba la suya en el estuche—. ¿Te va bien?

—Supongo —dijo con parsimonia, luego suspiró y se encogió de hombros—. No importa —añadió, tronándose los dedos—, no debe ser tan difícil.

—Eso dicen todos. —Ash se levantó de la silla y se cargó el estuche al hombro—. Cuando empieces a practicar verás que no es tan fácil como parece. —Se metió la pata a un bolsillo y sacó unos billetes para pagar las bebidas, pero Johnny alzó una mano en señal de alto.

—Yo pago.

Ash lo miró arqueando una ceja.

—¿Esto es porque te enseñaré con la guitarra? —preguntó—. No necesito que pagues, yo lo puedo hacer sola.

El oso polar con la camisa hawaiana roja, Jerry, se acercó hacia ellos cuando ella le lanzó una mirada. Tomó las copas y las colocó en la bandeja que sostenía en una pata, para luego quedarse estático en el sitio esperando la paga. Johnny sacó unos billetes de un bolsillo de su chaqueta de cuero.

—Jerry —dijo Ash, amenazándolo con la mirada—, no los tomes. —Le tendió los suyos.

—Tómalos —insistió Johnny, no parecía dispuesto a ceder.

Ash gruñó molesta, no iba a permitir que el pagase; no porque no quisiera, si él pagaba mejor para ella, no gastaba. Sin embargo, eso podría dar malentendidos con los demás, se supone que el chico era quien pagaba si era una cita, solo que eso no era una cita; a duras penas caía en la categoría de reunión.

Una idea salvaje pasó por su mente: ¿Y si Lance creyera que sí lo era?

Si así fuera no la molestaría, supondría que estaba saliendo con Johnny y tal vez se pensaría dos veces el molestarla; después de todo, la complexión del gorila podría llegar a intimidarlo.

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