XX

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Leonard Hudson dejó escapar aire, sorprendido y divertido, luego de que el número del joven gorila terminara, todos los números habían sido increíbles, de hecho, hacía tiempo que no veía debuts así, tenían talento. Cuando el número final del gorila terminó y el telón se cerró, Leonard se puso de pie y con una señal de la cabeza les indicó a los demás que lo siguieran; cada uno dobló la hoja que tenían donde previamente a que iniciaran las presentaciones les había pedido que anotaran los datos de los participantes que creían resaltantes, y lo siguieron.

Le dio las gracias a Nana Noodleman por acompañarlos y le pidió de favor que los escoltara a algún despacho que tuvieran disponible. Ella les explicó que como tal, un despacho o sala de conferencias no tenían puesto que las reuniones del elenco en caso de elegir un número se realizaban o en la oficina de Buster, o en los camerinos de los mismos, y les comentó que lo único que tenían semejante a eso era la oficina de Moon.

—No hay problema con ello, señorita Noodleman —dijo Leonard—, con que tengan un lugar para decidir el ganador sin interrupciones, nos basta.

Nana cerró su abanico de golpe y asintió con nobleza, los guió a la oficina del koala y los dejó. La última en entrar, Sheena, cerró la puerta con suavidad mientras cada uno tomaba una silla, Leonard se sentó tras el escritorio y Simon de un salto llegó al escritorio, quedándose de pie en el mismo.

Leonard Hudson suspiró.

—¿Y bien —preguntó—, alguna elección clara? —Los cuatro animales asintieron al tiempo—. ¿Quién?

Todos mencionaron el nombre de su favorito en voz alta, siendo cada uno distinto.

—Meena —dijo Sheena, la pavorreal.

—Ash —dijo Cristian, el tigre blanco.

—Mike —dijo Simon, la ardilla, casi con un gruñido.

—Johnny —dijo Celeste, la lince.

Lo único que pudo hacer el lobo fue romperse a reír mientras los demás se miraban los unos a los otros confundidos y sorprendidos; a Leonard le había tomado por sorpresa aquello, el noventa por ciento de las veces las decisiones de elegir un nuevo artista eran unánimes, mientras que el otro diez por ciento era por mayoría. Sin embargo, ahora se presentaba un panorama diferente, cada uno tenía una elección distinta, incluyéndolo, él prefería a Gunter y Rosita.

Calmándose un poco miró a cada uno de los cuatro, tenían que llegar a una decisión así fuera un tres contra dos, debían elegir a uno sí o sí.

—A ver —dijo, más tranquilo, con una inspiración para tomar aire—, ¿por qué eligieron a su candidato? Uno por uno, por favor —agregó al ver que los cuatro iban a responder a la vez. Podrían ser miembros fundamentales de una poderosa empresa disquera, pero él sabía que en discusiones se comportaban como niños, siempre querían tener la razón. Eran más abogados que empresarios. Y era por eso que confiaba en ellos.

Cristian se acomodó los anteojos con un dedo, haciendo que el brillo de la lámpara fluorescente del techo le delineara la cicatriz triple del ojo derecho, la parte que no cubría el flequillo.

—Ashley Pérez presenta una voz interesante, tiene la potencia para el rock y sus posibles derivados, como también la delicadeza de canciones lentas o sentimentales. Maneja la guitarra de una muy buena forma, el solo colaborativo con el número de ambos cerdos no era fácil, mas lo logró, y presenta potencial para el piano. Es claro —añadió luego de una pausa—, que ella es un acierto y tiene talento para cultivar.

—Ahí difiero, Torres —terció Celeste, alisándose el pelaje gris plata—, el que tiene un talento moldeable es Johnny González, ¿oyeron su voz, cierto? Ese gorila tiene un enorme talento, por lo que pudimos observar su voz se adapta, pasó de una sentimental a una movida con simpleza. Sería suicida no elegirlo a él.

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