Epílogo

1.3K 68 76
                                    

Seis meses después

—Me alegra que vayas —le comentó su madre, cuando estaba terminando de colocarse la sudadera.

Meena terminó de arreglarse y le asintió a su madre, sin poder creer aún todo lo que había pasado para llegar a donde estaba ahora. Seis meses. Seis largos y exhaustos meses siendo una cantante con relativa fama, no la suficiente como para que la reconocieran apenas pisaba la calle, pero sí tenía de vez en cuando algún fan que la había visto en uno de sus pequeños conciertos que cada vez tomaban más fuerza, que quería tomarse una foto con ella o que le firmase un autógrafo.

Se dio unos últimos retoques mirándose en el espejo, el reflejo que le devolvió la mirada era de una Meena mayor, más centrada, más alegre y más extrovertida. Había cambiado mucho en tan poco tiempo, y recordaba como si hubiera sido ayer el cómo inició dicha transición.

Luego de transcurrir una semana de haberles dado la noticia a todos de que Fur Records los había elegido como sus nuevos integrantes en la compañía disquera, y de que la euforia, emoción, alegría y lágrimas que rondaron en su casa y sus habitantes (su madre, sus abuelos y ella) cesara solo un poco, Meena se dirigió hacia la sede principal de la empresa, teniendo que haber tomado un avión para llegar a destino. Avión que Buster se había ofrecido... no, casi les rogó pagarles a todos.

En el avión Meena no sabía muy bien cómo sentirse, tenía demasiadas emociones en guerra dentro de sí: nerviosismo, alegría, ansiedad, euforia y muchas más, si se pudieran percibir por colores, ella sería un arcoíris cambiante. Era la primera vez que viajaba en primera clase, y tenía que admitir que le gustaba. Los asientos eran cómodos y cada tanto tiempo venía una azafata a preguntarles si querían algo de comer o beber.

Ash y Johnny estaban en la fila final, a cinco de donde ella estaba, una apoyado en el otro, cabeceando entre sueños; Mike estaba tres filas por delante de Meena, acostado a sus anchas en los asientos de tamaño elefante, con el móvil al oído; y Gunter y Rosita estaban en la fila primaria, la más cercana a la cabina del piloto, ambos con un auricular conectado a la portátil que él tenía, moviendo las pezuñas al ritmo de lo que oían y murmurando al mismo tiempo, «cantando tal vez».

Sintió el vació en el estómago causado por el descenso del avión, y se sacudió un poco cuando el morro tocó tierra. Luego de salir del avión los recogió una limusina que los estaba esperando desde hacía unos minutos y los llevó a la empresa. Si tenía que ser sincera, Meena esperaba que la sede principal de Fur Records fuera un enorme rascacielos, pero se terminó topando con un edificio de tres pisos de vidrios oscuros.

Al entrar, la recepcionista no les dirigió palabra, solo les apuntó el elevador que había a unos seis o siete pasos de ella y dijo:

—En el piso tres; ahí los están esperando.

Luego de subir todos en el ascensor y llegar a dicha planta, los recibió el lobo que hacía una semana les había entregado los cheques ganadores, Meena supuso que ese era el líder de la compañía.

—De maravilla, ya llegaron —dijo, dando un pequeño aplauso—. Síganme, los llevaré a la sala de conferencias, ahí los esperan los que serán sus respectivos representantes. —Se dio media vuelta y empezó a caminar hacia una puerta doble de madera, una vez entraron, notó que daba a un despacho enorme, con un piso alfombrado y una mesa oval con once sillas, un televisor de plasma y varios artefactos más.

Parecía más bien un pequeño bunker que una sala de conferencias.

Sentados en cuatro de los once asientos estaban la pavorreal, la lince, el tigre blanco y la ardilla, esta última en un asiento a su medida y con la altura suficiente para que se asemejara a los demás. Habiendo tomado asiento Meena y los demás, el lobo y los otros cuatro ejecutivos les explicaron cómo iba a ser el contrato: en general las ganancias se dividían en noventa por ciento para los artistas y diez por ciento para la empresa, que se subdividía en cinco para el representante y cinco para la empresa. Sin embargo, según explicó el lobo, que dijo que se llamaba Leonard Hudson, puesto que estaban gastando, además de los capitales de la empresa, dinero independiente de cada uno, se regirían por el siguiente patrón: setenta por ciento de las ganancias totales serían para los artistas, veinte por ciento para Fur Records y diez por ciento para el representante.

Our ArpeggioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora