IX

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ES NECESARIO QUE OIGAN "MILLION REASONS" DE LADY GAGA CUANDO ASH VA AL TEJADO.

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IX

La noche era fría, muy fría, y el viento soplaba con un ulular casi arrullador, como una suave canción de cuna. Pero no le importaba, a Ash le gustaba estar allí, ver las pocas estrellas que lograban sobreponerse a las luces de la ciudad y estar en silencio, con el rumor de la ciudad de fondo, como un gigante dormido.

Estaba sentada con las piernas cruzadas y la guitarra en ella, aunque esta era un poco grande. Escuchó pasos tras de sí, tejas crujiendo. Volteó a ver y su madre caminaba tambaleante, parecía como si caminara por una cuerda floja, vigilaba cada paso para no resbalarse y caer.

Su madre era un animal al que no comprendía, casi siempre estaba escuchando esa música flamenco, toda guitarra y castañas y bailes intensos. No comprendía cómo podía gustarle aquello. Sin embargo, así se ganaba la vida, y su padre no tenía problemas con ello, siendo contador ganaba lo suficiente como para que ella no trabajara, pero a su madre le gustaba.

Sabía el por qué estaba allí arriba: era por ella. Hacía poco discutió con su padre,de nuevo, porque le dijo que quería ser cantante y este no le pareció correcto, terminaron a los gritos como siempre y subió al tejado, donde podía tranquilizarse.

Su madre llegó con ella y se sentó a su lado, las piernas le quedaban en el aire.

—¿Otra vez aquí? —le preguntó, con cariño.

Ash suspiró.

—Otra vez me dijo lo mismo —respondió—. «Eso no te va a servir, escoge algo que de verdad sea productivo. Es más probable que yo sea presidente a que tú seas una cantante famosa». A veces quisiera dejarlo lleno de púas también por el frente.

Su madre rió, con ese tono cantarino que sonaba tan despreocupado. Le gustaba eso de ella, que aunque todo fuera mal, no perdiera esa chispa de alegría.

—Cariño, tienes doce años —la aconsejó su madre—, eres muy joven para decidir tu futuro tan pronto. Pero —agregó al ver la reacción de Ash—, si de verdad es lo que amas y lo que quieres ser, las puertas se te abrirán solas. —Suspiró, sonrió y le colocó una mano en el hombro—. No te digo que dejes lo que te gusta, no podría, llevas la música en la sangre, como yo; solo deberás encontrar una razón que te haga amarla de verdad. No siempre se consigue, pero cuando lo hagas, lo sabrás.

—¿Y cómo lo sabré? —preguntó Ash, con un bufido—. Me gusta la música, quisiera ser cantante, pero ¿cómo se encuentra esa razón?

Su madre rió de nuevo y le pasó una pata por las púas.

—Cariño, solo lo sabrás; algún día lo sabrás. —Se puso de pie, y la miró con afecto—. La música, al igual que las emociones, no pueden ser detenidas.



Dos semanas. Faltaban dos semanas para que fuera la competencia y ella no se sentía del todo cómoda con la canción que tenía que cantar. Comprendía el ritmo del jazz y todo lo que significaba, no por nada su abuelo en el transcurso de este tiempo le había hecho escuchar ciento de esos enormes discos negros, pero no lograba sentir suya alguna canción de las que oía. Escogió Just my imagination por el ritmo, aunque la letra era muy... no terminaba de conectar con ella.

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