CAPÍTULO 25 LOS SECRETOS DE DARRY

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Una vez que Darry dejo mis cosas en el maletero, se poso delante del volante y puso en marcha el coche. Los rayos de sol no tardarían en desaparecer, todo por la culpa de esa mujer pelirroja, estábamos saliendo tarde. A decir verdad es culpa tuya, Brenda, si no te hubieses puesto celosa, hace tiempo que estarían cerca de la casa de los abuelos de Darry, me grito mi subconsciente.

-¿Así que me llevaras a un pantano? –rompí el silencio con esa pregunta.

-Sabes, ahora odio a esa mujer, era una sorpresa y lo ha arruinado.

-Bueno, el que me lleves a un pantano, no me hace mucha ilusión. –solo pronunciar pantano me dan escalofríos.

-Tranquila pequeña. –dice tomándome la mano y besándola, ese gesto tan solo de él. –No es justamente un pantano con cocodrilos y toda esa visión que te plasman en los libros y en el televisor.

-De eso no me convences.

-Es una playa llamado el Pantano de San Juan, bueno técnicamente iremos haya hasta mañana, hoy nos quedaremos cerca de un poblado de ahí, es en donde viven mis abuelos.

-¿Está muy lejos? –pregunto, la verdad no me gusta viajar mucho en coche.

-Aproximadamente estamos a 76 kilómetros de ahí, puedes descansar un rato si quieres, yo te digo cuando hayamos llegado.

No le hice caso y me dispuse a mirar por donde pasábamos, tome una captura de la puesta de sol, por este lugar la vida se miraba diferente, naturaleza, la cual ya no se logra ver en la ciudad a la que vallas, los árboles han sido sustituidos por edificios y rascacielos los cuales forman parte de nuestra vida diaria. A pesar de que los paisajes estaban siendo estupendos y maravillosos, sentí como los parpados empezaban a pesarme y sin pensarlo más cerré los ojos.

No sé cuánto tiempo, llevaba en este estado, en donde mi mente no dejaba de ver imágenes en donde Darry y yo éramos atacados por un enorme cocodrilo. Hasta que esa sensación de corriente eléctrica se extendió en todo mi cuerpo, sin lugar a dudas Darry, me estaba tocando. Abrí los ojos y me encontré con su perfecta sonrisa, con esa hermosa sonrisa y ese par de hoyuelos.

-Hola, estamos a punto de llegar a casa de mis abuelos. –fue todo lo que dijo.

No respondí, solo mire por la ventana. Estábamos en una calle con varias casas, un poblado con las calles como la película de Cartas a Julieta, Darry avanzo un par de minutos más, hasta situarse delante de una pequeña casa de dos plantas. Se quitó el cinturón de seguridad, sonriéndome sin decir nada, salió del coche. Las luces de la pequeña casa estaban encendidas, sentí un escalofrió que me recorría la columna vertebral, hoy conocería a los abuelos maternos de Darry, aún no había conocido a su padre. Me quite el cinturón, pero estaba demasiado nerviosa. Darry abrió la puerta y vi que gesticulaba algo con los labios pero no entendía lo que decía. Me tendió la mano y eso fue señal de que estaba diciendo que saliera.

Una vez fuera, el portazo que Darry dio al cerrar el coche hizo que recobrara el sentido auditivo. Vi como la puerta de la casa se abría y de ella salió una pareja. La señora de edad no muy avanzada, de unos 65 años pero bien conservada sonreía y avanzaba hacia nosotros siguiéndola un señor un poco más grande. Lo único que pude hacer fue agarrarme más fuerte al brazo de mi novio.

-Oh, valla. Por fin están aquí. –escuche que hablaba la señora. –Creímos que no llegaban. –vi como abrazaba a mi novio y le daba dos besos una en cada mejilla. –Mi pequeño, mira que alto estáis, cuanto tiempo sin verte, es injusto.

-Hola abuela. –respondió Darry. –También me alegro de verte.

-Vamos, Beth, deja que salude a mi nieto. –Beth, que era el nombre de la abuela de Darry, dejo que su esposo saludara a su nieto. –Valla, Darry. Sí que has crecido, cuanto hace que fue el último verano que pasaste con nosotros, ¿hace 8 años?–pregunto el hombre, después de darle un abrazo.

Un amor en MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora