Caso 4: De rabias y secretos

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Un cordial saludo a todos:

Lamento mucho la tardanza, pero no volveré a cometer el mismo error, no dejaré olvidada esta historia. Creo que son unos trece capítulos y mi intención es subirlos todos, compartirlos con quienes estén interesados. Agradezco el apoyo que me han brindado con su lectura, significa mucho, no merezco tales oportunidades.

Así que, sin nada más que añadir, los invito a la lectura y les doy la bienvenida.

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Golpeé la puerta una vez y nada. No podía considerar como respuesta los gritos que se oían del otro lado. Parecía haber mucho movimiento, el necesario para aumentar un poco más los decibelios y ahogar los golpes que me obligaba a dar la buena educación. Al segundo intento parecía estar dispuesto a tirar la toalla, quizás valiera la pena esperar un poco a que el profesor indicara el final del ejercicio, pero dicha indicación parecía no querer llegar nunca. Y no es como que estuviera dispuesto a darles el tiempo que se les diera la gana. Yo no tenía la culpa del ejercicio, mucho menos de que no me oyeran cuando el llamado no podía ser más claro, pero tenía sueño y el hambre comenzaba a crecer y lo último que quería era esperar un minuto más...además, ¿cuántos entran sin golpear? Al menos muchos en Hollywod Arts, como si se diera por hecho que esperan la llegada de cada quien.

No sería un crimen y daría las explicaciones. Bastaba con girar la manilla y empujar, dar un paso como si nada, solía hacerlo.

−Disculp...

Debe haber sido lo último que alcancé a decir antes de perder bruscamente la noción de la realidad. Apenas contaba con unos segundos para hacerme una idea del panorama y vi colores girando y movimientos raros, pero no esperé sentir el feroz impacto sólido en mi cara. No es como que nunca hubiera recibido un puñetazo, pero cuando le antecede un grito agudo y tú directamente no te lo esperas, tienes todo en contra. Primero porque la preparación previa es fundamental, sabes que recibirás y te obligas a reponerte a la brevedad para así responder y entregar de tu propia cosecha. Pero estaba entrando a una sala de clases, por Dios, no a un ring de lucha libre ni a un dojo, ¿cómo iba a suponer que llegarían al extremo al decir monjes shaolin? ¿Cómo iba siquiera a imaginar que ni bien abriera la puerta, alguien me diera un puñetazo de razonable potencia en toda la nariz? Y precisamente porque no lo esperaba, me llegó con el doble de fuerza. Porque me pilló desprevenido fue que alcanzó a romper algo y porque estaba en otro mundo...no, porque estaba en el mundo de verdad, no logré hacerme la idea de que debía resistir algo, no sabía que vendría ni mucho menos que me haría caer al piso y si ese golpe no hacía su trabajo, el golpe que me di en la cabeza al caer bastó para fundirme a negro durante eternos segundos en los que ni de dolor supe, sólo de la última caída y después, amnesia temporal, estaba acostumbrado.

Pero claro, sobreviví. De otra manera, no estaría hablando de esto, ¿verdad?

Lo primero que sentí fue el eco de la tensión que cada uno de mis músculos, algo ya familiar, pero que me negaba a aceptar como tal, tenía que ser un error...y lo primero que vi al abrir el ojo durante un fugaz segundo fue un manchón rojo, al tiempo que sentía cómo alguien me levantaba la cabeza con cuidado y apoyaba sobre algo. Escuché exclamaciones lejanas, pasos apresurados, sonidos incoherentes que parecían acompañados de imágenes borrosas, formas extrañas, colores poco definidos y contornos chuecos. Y finalmente, cuando la coherencia pareció recuperar su lugar de dueña y soberana de mi sano juicio, lograron llegar a mí las frases que podían darme señales de lo que ocurría en realidad:

−¡Dios mío! ¡Maté a un pirata!

−¡Muy bien, Cat, estabas inmersa en el papel y has logrado poner a alguien fuera de combate sin darle oportunidad de defenderse! ¡Como un verdadero monje shaolin! ¡No sabrá qué lo golpeó!

Hollywood Arts: Academia del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora