Cortocircuito

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Me incorporo sin aliento, y centro mi mirada en mi salvador, parpadeo al ver la perfección  en su rostro, sus ojos son oscuros  y su pelo  negro como el carbón,  por la altura de las orejas, no es que sea despampanante pero si armoniza a la perfección  con su altura, porque  me saca un par  de cabezas  y apenas le llego por los hombros y su cuerpo atlético, de músculos  definidos.

 Mis ojos se han quedado clavados en los suyos y me parece que pasa una eternidad  mientras ambos tan solo nos miramos fijamente sin reaccionar. Alguien me empuja rompiendo el hechizo y es entonces  cuando puedo ver que el autobús esta jodidamente lleno. Él  y yo estamos frente a frente y apenas  hemos podido movernos de la puerta de entrada, el olor a sudor  impregna  mis sentidos y me llevo la  mano  a la nariz inconscientemente. 

Nunca en mi  vida  había pasado  un momento tan incómodo ¡¡No me puedo mover!! Si levanto la cabeza puedo darme con su barbilla, tal cual parece que estemos en pleno abrazo. Tengo mi mirada fija en los botones de su chaqueta  porque no tengo donde mas mirar y siento mi rostro  arder como si estuviera  a 300 grados , apuesto a que debo parecer la prima/hermana del tomate que use hoy para la ensalada, es entonces  cuando escucho su voz y me siento desfallecer. Suave con cierto tono varonil  se introduce  en mi cerebro.....¡¡Mierda Cleo!!¿¿te volviste  idiota??

—¿Estas bien?—Me observa fijamente con su rostro inclinado ligeramente, si se inclinara mas ya seria directamente contacto intimo; ¿¿Es esto legal??¿¿Puede ir un maldito autobús  tan lleno?? Trago  saliva y levanto apenas la mirada con cuidado, lo tengo tan cerca que podría besarle tan solo con mal movimiento  del autobús. Su presencia me rodea, mucho mas que las otras  40 personas que debemos ir aquí embutidas, asiento y trago  saliva, mi pulso va a 100 por hora.
—Si, gracias...—Lo observo  mirar  hacia la calle a mi espalda.
—Estas roja¿en serio estas bien?—  Mi cara va a estallar, consigo sonreír a duras penas.
—Si....es solo que es agobiante ir así...me pasa por llegar la última—se carcajea y automáticamente  levanto  el rostro   admirándolo, obligandolo a desviar  la mirada  hacia un lado para evitar  una situación  mucho mas embarazosa. 

Me pregunto  como  puede alguien ser tan perfecto. Una ola de calidez me recorre  aun con mi mirada  clavada en el, el altavoz  del autobús  nos comunica que estamos llegando a nuestra  parada, pero  yo no lo oigo. Cuando para, la gente empieza a bajarse, el se remueve y me mira con expresión  divertida.

—¿Te bajas aquí?—parpadeo varias  veces y consigo asentir, el me sonríe con total  sinceridad y se dispone a dirigirse hacia la salida, a pesar de que se bajó gente, sigue muy lleno ya que la gran mayoría bajan en la última parada, me coge de la mano mientras  va colándose entre la gente  y me facilita la salida a mi ya que a su lado soy minúscula.  Cuando conseguimos bajarnos por fin de esa lata de sardinas, tres chicos lo rodean, me suelta la mano, y  tiran de el en dirección  al instituto. Se gira  hacia mi y me sonríe, como si solo existiera yo, como  si no hubiera nadie mas.

—Chao.....—Levanta  su mano a modo de despedida, sus amigos nos miran  de hito en hito a ambos un tanto sorprendidos y corren  a cuchichearle cosas  al oído, hasta  que  reacciono y haciendo de bocina con mis manos me despido.

 —Hasta luego— Me pregunto si puede ser que vaya al mismo instituto que yo,nunca le había visto por aquí, me quedo atrás, una distancia prudencial para observarlos sin problemas, mientras  llegamos  lo veo interactuar y me sorprendo totalmente absorbida  por él, por sus gestos y sus expresiones. Casi  salto de felicidad  al comprobar que él  también  entra en dirección al instituto. Reconozco mi nombre entre  voces y veo a Marian a lo lejos, mi mejor amiga. Llego hasta  ella y me saluda efusivamente. Caminamos unos minutos hacia nuestra primera clase hablando de tonterías varias, intento prestarle atención pero mi cabeza sigue en otra parte.

Por tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora