Algo nuevo

8.5K 396 32
                                    

NARRA SAMUEL

Ahí estabamos, Alena y yo, hablando de videos, momentos y consolas, cuando hace nada me acababa de hacer unas declaraciones que me habían dejado atónito. Nunca pense que lo que hago podría significar tanto, ni que nadie pudiera apreciarme hasta tal punto. Tampoco pensé que no me incomodaría que un subscriptor me llamara por mi nombre, ni que no me importaría tener que alargar el evento 10 minutos para poder hablar con ella. 

Alena se había transformado en 2 minutos. La chica tímida que entró por la puerta se había vuelto alegre, extrovertida y graciosa. Tenía mis mismos gustos, así que no tardábamos en enlazar un tema de conversación con otro. Con cada broma, una risa estridente acompañaba su sonrisa, más brillante cada segundo que pasaba. Y sin saber por qué, cada vez que sonreía, sentía como algo en mi interior se expandía, haciendo que, en mi estómago, hubiera un constante hormigueo. Simplemente llevabamos 5 minutos hablando en el que los dos, todavía sin saber nada del uno del otro (Bueno, creo poder asegurar que ella sabe más de mí que yo de ella), hablando como si nos conociéramos de toda la vida, y con una sonrisa tonta en el rostro.

-Y luego esta la del Creeper, que es esa divertida ocasión en la que terminas de hacer una mansión espectacular, genial decorada, preciosa, tras haberte tirado 4 horas construyendo, y te llega el Creeper, que no tiene otro sitio mejor donde estar y dice: "Pues no tengo nada mejor que hacer, así que voy a explotar y voy a destrozarle la casa a este pringao", hace pum y ala, te toca volver a currar como un campeón- ambos reímos. Ella sabe que a mí me gusta construir, y por lo visto a ella también, porque sabe lo que molesta que aparezca un Creeper "gracioso".

-Bueno, tu Creeper puede ser mi Willy- le respondo entre risas. Alena rompe en carcajadas sonoras que se deben oir fuera de la habitación. Está casi llorando de risa, y yo estoy practicamente igual. Conseguimos calmarnos tras un rato de jolgorio.

-Enserio, Samue...Vegetta.- me dice, a la vez que me mira, sonrrojada de nuevo. Parece que la Alena vergonzosa a vuelto.

-Samuel, llámame Samuel, me has dado un argumento bastante convincente.- La respondo, riéndome y a la vez asombrado por lo que acabo de decir ¿Un sub llamándome por mi nombre de pila? Se me hacía realmente raro. ¿Acaso ya había superado la barrera de sub y era una amiga? Esta claro que estoy a gusto con ella y que tenemos cosas en común, asi que sí, podría ser ya una amiga. Ella me sonríe. Otra corriente eléctrica. Prometo que si me dicen que tengo dos electrodos en la silla, me lo creo.

-Bueno, vale, Samuel. Yo he estado hace un momento en esa fila de ahí afuera, y puedo afirmar que ahora mismo las 100 personas que esperan están poniendo precio a mi cabeza. Estoy muy agusto, y estaría aquí por horas, pero no me parece justo por el resto- me dedica una mirada de resignación. Cualquiera en su lugar pasaría del resto, pero ella me ha demostrado que tiene un gran corazón, a parte de tener razón.

-Aún así tendremos que seguir hablando...-agarro el boli y el papel donde previamente había firmado un autógrafo, cuando no consideraba posible nada de esto. Escribo mi número de teléfono y mi Skype. Me tiembla la mano, y la verdad, no se por qué. Se lo entrego, ella lo recoge, lo mete en el bolso y se levanta. Se dirige hacia la puerta de salida y, antes de abrirla, me mira.

-Adiós, Samuel- me mira con una sonrisa deslumbrante, y con ojos alegres y juguetones.

-Adios, Alena- Y la veo desaparecer por la puerta. De repente, la sensación de vacío y de angustia vuelven a coger mi pecho, pero ahora no aprieta tanto, ya no va sola.

Tras una pantalla. (Vegetta Fanfic.)[COMPLETADA.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora