Entiendo...

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NARRA ALENA

Después de haber estado en el jardín de la que un día fue mi casa, tome su mano y tomamos un sendero natural que, tras 5 minutos de caminar, daba a una pequeña cala que solo las gentes del pueblo conocía.

La cala estaba situada entre dos pequeños acantilados, y no tenía más extensión que la de una cancha de baloncesto. Era la única playa de la zona cuya arena, sin razón alguna, era clara. Las aguas estaban tranquilas, y la marea baja. 

Samuel y yo nos sentamos. Él tras de mi, mientras me abraza, y me transmite su calor. Ahora mismo él actuaba como mi capa anti-depresión. Apoyo mi cabeza en su pecho, y levanto la cabeza, mirándole. Lleva las manos a mis mejillas, y me limpia unas cuantas lágrimas que todavía corrían por mi rostro. Parece no acordarse de las suyas. Ambos perdemos la vista en el horizonte, viendo como cae el sol, para después perdernos en los ojos del otro. 

El día de hoy no ha sido el mejor, pero tampoco el peor.

He visitado la tumba de mis padres, y ante ella me he desahogado, soltando todo aquello que daba vueltas en mi cabeza, transmitiendoles todo aquello que pensaba y sentía. He llorado, claro que he llorado, porque son mis padres los que no estan a mi lado. Sé que disfrutarían al verme así, sonriente, risueña, segura de mi misma.

Pero no he llorado sola, no esta vez. Samuel lo ha hecho conmigo. De manera indirecta ha formado parte de esa extraña conexión que establezco con mis padres. Sé que cualquiera pensaría que estoy loca, pero es mi manera de seguir adelante con su falta.

Aunque ahora tengo otra. Samuel. Hoy he visitado a mis padres, y he llorado, pero no de la misma forma. Es la primera vez en años que cuento que las cosas me van bien, o al menos sintiendolo así. Es la primera vez que, a pesar de notar su falta, ya no duele.

Es la vez que más he llorado, si. Pero no todas esas lágrimas han sido tristeza y nostalgia. No todas las lágrimas que derramo ahora son angustia por su ausencia. Por primera vez en 10 años, les he dicho a mis padres que soy feliz. Y es que, por primera vez en 10 años lo soy.

Yo lloro, y Samuel llora conmigo. Ambos somos uno ahora. Ambos estamos enmedio del paraje terrenal más alejado de la realidad, de las preocupaciones, de los problemas, de la pena. Ahora solo estamos él y yo.

Levanto la mirada, miro a Samuel, que tiene todavía los ojos rojos y vidriosos. El me mira, con cara de preocupación, pero yo sonrío, sonrío de oreja a oreja. Entonces el sonríe, y me besa la frente.

-No me arrepiento de haber venido.- rompe Samuel el silencio.Sabía que debía estar aquí.

-Gracias, Samuel, de verdad....- paro y respiro hondo.- ¿Sabes? Le hubieras caído bien a mis padres. Sobre todo a mi madre, hubieras sido como su tercer hijo.- Río, y mis ojos se vuelven a empañar. Observo como los suyos ya me adelantan, y una nueva lágrima cae por el lado de su nariz hasta la comisura de sus labios.- Hubiera sido genial que les hubieras conocidos.

-Lo sé, pequeña.- dice con voz ronca, algo raro en Samuel. Se que algo se le atraganta, impidiendo que su voz suena de manera normal.

-Samuel, de verdad, no te preocupes. Tengo...Tengo la sensación de haber empezado una nueva etapa. No he llorado de tristeza, Samuel. Al menos no la mayoría.- Le miro intensamente a los ojos.- He llorado de felicidad, porque por primera vez tenía buenas noticias para mis padres. Estoy seguro que, si me escuchan, llevaban demasiado tiempo esperando oirme que soy feliz. Y hoy era el dia. Hoy era el día, Samuel, de que mis padres estuvieran tranquilos haya donde esten, que se despreocupasen por fin de que mi vida fuera un desastre. No te doy las gracias por estar hoy, Samuel. Te doy las gracias por estar todo este tiempo.

Samuel me abraza fuerte, posando su cabeza en mi hombro, y noto como el que ahora se emociona es él. Le devuelvo el abrazo.

-Eres tonto, Samuel.- digo riéndome.- ¿Por qué coño lloras ahora?- Levanta la cabeza, pone su mano en mi mentón, acerca su cara y la mía, y me besa tierna pero profundamente.

-Lloro.- me responde, a la vez que se limpia la cara.- Lloro de satisfacción, Alena. Porque he conseguido protegerte, he conseguido ayudarte a levantarte, he conseguido sacarte una sonrisa, he conseguido que seas feliz, Alena, y para mi no hay nada más satistactorio.- Me vuelve a besar brevemente en los labios para luego reirse.- Tiene cojones que ahora me tengas que consolarme tú.- Ambos reímos a carcajadas.

-Deberíamos volver a casa.- digo, poniendome en pie.

-Dejame conducir a mi.- me ruega Samuel.- Quiero formar parte de este ritual, quiero formar parte de tu familia, Alena, y hacerla nuestra. Y por eso, quiero conducir. Alena, se que nunca llegaré a entender todo esto al 100%, pero lo poco que soy capaz de comprender y captar, sé lo mucho que les querías, que se querían, que os queríais. Sé por qué te hundió su perdida, Alena. Esa foto...Esa foto, Alena, es toda una declaración de principios.

Me le quedo mirando, anonadada. Es cierto, lo ha entendido. Ya no estoy sola con estos sentimientos, porque Samuel los siente conmigo. Saco las llaves del bolsillo y se las doy. Me sonríe, y me toma de la mano.

Juntos caminamos hasta el coche. Samuel al volante, inciamos camino a Madrid. El día ha sido duro, intenso, y alegre a la vez. Ya no tengo la sensación de tener que explicar nada más a mis padres, porque sé que estan bien sabiendo que yo lo estoy. No tengo la sensación de tener que volver a este pueblo. Creo que por fin he pasado una pesada página de mi vida.

Tras una pantalla. (Vegetta Fanfic.)[COMPLETADA.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora