Carta 8

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John::

Empecemos por ese comienzo de clases de segundo año. 

La escuela había cambiado para mí. Ya no me sentía parte de ella ni libre de hacer lo que quisiera. Me retraí aún más que a antes y me volví paranoico. No soportaba las horas en ese lugar ni las explicaciones de los profesores sobre sus materias ni mucho menos las conversaciones puramente banales y superficiales que mis compañeros de curso mantenían entre ellos. 

Así pasaba mi tiempo. Odiando. Odiaba estar en casa y odiaba estar en la escuela. Odiaba estar solo y también acompañado. Me odiaba a mí mismo y odiaba de la misma forma a los demás. Era una bomba de tiempo. Era un ser completamente miserable y autodestructivo. 

Y entonces nuevamente él interrumpió en mi vida. Aunque fue sin querer. La profesora de biología armó parejas para un trabajo y sí, me puso con Ian.

Al principio los dos nos sentíamos incómodos. Ian parecía haber perdido interés en salvarme y tenía otros amigos con los cuales le hubiera gustado estar; a mí eso me hacía sentir fuera de lugar y no sabía qué decirle. Es más, los primeros dos días de clase que tuve que pasar a su lado ni nos dirigimos palabra. Él abría el libro y los apuntes y dividía el trabajo que hacer de forma que en ningún momento debiéramos interactuar.

Hasta que un día vi algo. Estaba caminando por los pasillos de la escuela, apurado porque llegaba tarde, y divisé que en una de las paredes, allí donde los alumnos colgaban pancartas o los directivos informaban noticias, había un cartel enorme que decía: "SI MALTRATA, NO ES AMOR". Vaya. La frase me impactó, me llenó de sensaciones. El cartel iba obviamente sobre violencia de género pero a mí el título me generaba otros recuerdos, recuerdos feos. 

Fue entonces cuando corrí hasta mi salón, tratando de huir de mis memorias. Llegué al mismo tiempo que la profesora y me senté al lado de Ian. Él ni siquiera me miró. Yo era considerado el bicho raro de la escuela y él también lo pensaba así a veces. 

-Tenías razón.- le dije. 

Ian me miró el rabillo del ojo, sorprendido de escuchar mi voz.

-¿Qué?- murmuró intrigado.

-Que tenías razón. Le pego a los demás para lastimarme a mí. Maltrato porque me da miedo el amor. Maltrato porque soy un cobarde. 

El silencio se extendió sobre los dos durante un largo rato. Incluso con el ruido de los demás hablando y la profesora gritando por sobre ellos para explicar los últimos detalles del trabajo, entre nosotros parecía haberse producido una burbuja silenciosa. Unos minutos después él estaba sonriendo. 

-Estuve esperando mucho tiempo por escucharte decir eso.

Matt.

Cartas de verano ("Historias de estaciones" tomo III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora