Carta 6

22 2 0
                                    

John:

Debes saber que desde ese día, si bien en casa era siempre lo mismo, fuera de ella yo cambié. Dejé de buscar pelea con los demás aunque si debía defenderme lo hacía muy bien.

Comencé a aislarme. Ya no me interesaba figurar en la lista de los rebeldes conocidos, no quería llamar la atención. En cambio, me dediqué a observar desde mi banco al fondo del salón al chico de ojos color miel que había descubierto mi verdad: había vivido golpeándome a mí mismo. Pero ya no más.

Me intrigaba Ian. Quería agradecerle pero obviamente alguien como yo no daba las gracias, además de que carecía de práctica y confianza para empezar una conversación. Solamente podía mirarlo desde lejos aunque yo sabía que él se daba cuenta de que lo observaba.

Creo que fue por eso que se acercó por segunda vez. Fue una mañana de octubre, las clases estaban por terminar y con ellas mi primer año en la secundaria. Tenía trece años. No sabía nada de la vida pero mucho del dolor. Pero esa mañana aprendí algo nuevo: supe cómo era sentirme importante. Ian provocó (y provoca) eso en mí.

- Así que mucho de golpes pero nada de palabras ¿verdad?- me dijo, sentándose frente a mí. El salón estaba vacío porque el recreo recién había comenzado.

Yo no contesté. No sabía qué decir. No me interesaba mucho hablar. Pero si en cambio me interesé por lo que él podía llegar a decirme.

Ian me miró, esperando respuesta, y entonces sonrió ante mi silencio.

-Sí, supuse que sería así. ¿Sabes que, mientras más calles, más otorgas?- fruncí el ceño, sin entender qué quería decirme. Él lo notó así que acercó su cabeza aún más a mi y volvió a hablar.- Me refiero a que si no cuentas tus problemas, más poder les das a ellos de que te pudran.

-¿Vos qué sabes si tengo problemas?- me defendí, tenso.

Ian sonrió. Siempre sonreía. Su sonrisa era de esas que gritaban "voy a ganar" pero sin la arrogancia natural de cualquier humano.

Se acercó. Cerca, muy cerca, y murmuró:

-Porque lo gritan tus ojos.

Después sonó el timbre y rápidamente volvió a su lugar justo antes de nuestros compañeros volvieran a llenar el salón.

Lo que había dicho me marcó a fuego. Tanto, que yo tardaría otros cinco meses más en volver a dirigirle la palabra. Y cuando lo hice, supe que no había vuelta atrás.

Matt.

Cartas de verano ("Historias de estaciones" tomo III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora