John:
Tal vez no lo notaste en aquel entonces (nunca notas nada más que tus incipientes necesidades) pero durante algunos meses en ese segundo de año de secundaria se produjeron ciertos cambios en mí.
Por ejemplo, mi ansiedad. Ya no tenía esa fuerza dentro de mí que me empujaba a hacer todo lo que sentía que quería. Los mares que habitaban en mi cuerpo de a poco se iban calmando.
Además, Ian me ayudaba a controlar mi ira. Cada vez que un profesor cuyo odio me había ganado trataba de hacerme caer en la trampa, él me miraba y con eso me hacía entender que no era el momento de estallar, que no estaba solo y que debía aguantar.
Aún había algunas dudas en mi cabeza y a veces la pared de mi pieza volvía a ser machacada por mis golpes pero por lo general lo iba controlando.
Cierta vez, una mañana de junio en la que Ian se había sentado al lado mío para charlar mientras esperábamos a que la profesora llegara, le pregunté porqué hacía lo que hacía.
-¿A qué te referís?- inquirió, curioso como siempre en conocer mis pensamientos.
-Me refiero a porqué me ayudas.
-Porque quiero y puedo.
-No seas básico. Decime la verdadera razón.
Ian suspiró y apartó su mirada.
-¿Por qué querés saberlo?
-¿Por qué? Bueno, para empezar, me parece extraño que alguien como vos se interese tanto en mi salud mental. Quiero decir, vos sos vos. Nuestros mundos son completamente diferentes, nuestras personalidades chocan todo el tiempo y sin embargo te empeñas en seguir.
-¿Y eso está mal?
-Solamente digo que tanta paciencia me resulta rara.
-Eso es triste. La paciencia para con los más dolidos debería ser una cualidad corriente. - como Ian vio que yo no abría mi boca, para que él continuará hablando, decidió levantarse de su silla para irse. Antes, sin embargo, dijo algo que puso mi mundo patas arriba.- Mira Matt, no debería darte explicaciones. Si hago lo que hago es porque me sale desde mis tripas y con eso debería bastar, de lo contrario sabes que sos libre de irte y volver a tu vida de siempre. Pero lo cierto es que tenés razón, hay otra explicación para con el hecho de mi persistencia con vos.
Viendo que Ian se quedaba en silencio, insistí en que terminara lo que tenía que decir.
-¿Cual es?
Más silencio. Ian parecía odiar las respuestas rápidas.
-Vos me haces acordar mucho a mi hermano mayor.- contestó, para luego darse media vuelta y agregar, en un murmullo, la frase final- Y yo a él no lo pude salvar.
Matt.
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Cartas de verano ("Historias de estaciones" tomo III)
Romance50 cartas de amor nunca enviadas.