Catalina, una mujer de 25 años llega a Perú para saldar una deuda pendiente con la mujer que destruyó la vida de sus padres. Con esa idea en la cabeza se adentra en la vida de una adinerada, poderosa y corrupta familia sin saber las consecuencias qu...
Ahora tendría que ver la forma de reconciliarme con Garrett para que me ayude y no iba a ser muy fácil; si hago caso a la voz de mi madre en mi cabeza que me dice que lo manipule a mi antojo me sentiría la peor de las basuras del mundo. Por lo que haría caso a la pequeña y lejana voz de mi propia conciencia.
- Hola –le dije cuándo entré y seguía encaramado en el sofá mirando la televisión.
- Hola –miró su reloj –es medianoche ¿Dónde estabas?
Me senté a su lado pero me quitó la mirada para seguir en su documental de especies extintas que estaban dando.
- Cené con Julián.
- ¿Va a ayudarte?
- Sé pero quiere saber cuál es el siguiente paso de Roberto.
- Y no lo sabes.
- Necesito tu ayuda.
Ahora obtuve toda su atención, le bajó el volumen al televisor.
- ¿Sabes la clase de personas con las que te estas metiendo? –al no tener respuesta de mi parte siguió hablando –son narcotraficantes, asesinos, violentos, unos delincuentes que no les importa otras personas sino ellos mismos.
- Lo sé –mi voz fue consistente.
- ¿Y aun sigues con esto?
- ¿Qué más puedo hacer?
Me miró apenado y agarró mis manos, las suyas eran suaves, siempre lo habían sido por eso me gustaba cuando acariciaba mi cabello para dormirme cuando éramos niños; quisiera que las cosas no hubieran cambiado y poder disfrutar de esas pequeñas sutilezas que hacían de mi mundo, el mejor.
- Voy a ayudarte pero si en algún momento ese tipo no puede protegerte y corres peligro por mínimo que sea, quiero que me prometas que dejaras todo y nos iremos a España para siempre.
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- Garrett...
- Prométemelo o te olvidas de mi ayuda y me voy ahora mismo.
- Te lo prometo.
Esperaba que no llegue a tanto porque una promesa hecha a Garrett tendría que quitarme el corazón primero antes que romperla.
Buscamos juntos entre los archivos de Roberto pero ya no había nada más.
- Es que pensó que esto iba a funcionar.
- Puedo averiguar con Iker.
- Inténtalo.
A la mañana en el ascensor me encontré con Roberto que tenía una cara de molestia como nunca lo había visto.
- Buen día –saludé a lo que solo me hizo un asentimiento de cabeza.
