Esos sueños, en los que parecía que no estaba aquí. Podía verme en España disfrutando de mi familia y riendo con ellos de lo más feliz como cuando no sabía de nada; cuando lo más simple podría hacerme sonreír sin imaginar escenarios posibles para hacer pagar a alguien. Pero luego la realidad venía a atormentarme a diario cada vez que recupera un poco de conciencia; mis ojos nublados duras penas podían notar formas borrosas de alguien acercarse e inyectarme en el brazo lo que me tenía en la inconciencia la mayor parte del tiempo. Odiaba no poder controlar mi cuerpo, a veces ni llegaba al inodoro y podía notar que apestaba, detestaba mi estado de descuido; las risas desde afuera me hacían temblar pero no de miedo como seguro ellos pensaban sino de rabia por no poder plantarles un golpe en la cabeza y en la entrepierna para verlos sofocarse de dolor retraídos en el suelo. Pero no podía y no lo hice. Una emoción de impotencia sucumbía en mí haciéndome pensar que era torpe de no poder defenderme como quisiera.
Me tenían drogada siempre y las veces que el efecto iba a pasando me daba cuenta de la vida que me tocaría llevar de ahora en adelante, quizá me maten de una sobredosis, al menos no lo sentiría pero Victoria dijo que ella quería hacerlo entonces aun podía aspirar a unos pocos momentos deplorables más de vida. Conociéndola iba a hacer del momento el más doloroso y humillante posible.
La puerta otra vez se abría, las sombras indefinidas me incomodaban. Agarraron mi brazo y la voz de Julián sobresalió.
- ¿Cuántas dosis van?
- Con esta cinco señor, le aplico una diaria –tenía cinco días en este maldito lugar y parecía una eternidad literalmente.
- Ponle dos diarias.
- La podría matar. –la mujer dijo preocupada.
- Queremos ver los efectos antes de empezar a venderla, ponle menos dosis para que no se le pare el corazón.
- Está bien señor. La dejaré que se limpie por dos días o podría ser prejudicial.
No dijo nada más y procedió a inyectarme. Quería hablar y pedirle que no lo hiciera más porque podía notar que dentro de todo ella no era mala; presentía que estaba obligada a hacerme esto pero las palabras no salían de mi boca, solo unos sonidos sin sentido.
- Quiero que ruegues por tu vida como seguro mi princesa lo hizo.
Su voz ya sonó distante. Ojalá que se siente para esperar porque iba a cansarse, jamás le rogaría nada a ese desalmado hombre.
Cuando abrí los ojos algo más lucida, los borrones alrededor de mis ojos ya no eran tanto pero de pronto un fastidio en mi estómago me indujo al vomito; como pude me arrastré al inodoro y vomité, solo liquido ya que nada estaba comiendo. La puerta se abrió y me puse entre el inodoro y la pared ese pequeño espacio en el que mi cuerpo delgado por la falta de ingesta de alimentos encajaba a la perfección.
- ¿Recién despiertas?
Era la mujer que me inyectaba; me dio miedo cuando se acercó, estaba limpia y el cabello prolijamente recogido en una coleta corta.
- Lamento todo esto pero estoy obligada a hacerlo. No sé qué le hiciste a Julián para que te someta a esto, por lo general trae a hombres y pues me cuesta verte en estas condiciones. –luego su rostro de compasión cambio a dureza –Vas a vomitar unas veces más pero es normal, en unas horas te traeré algo de comer.
Dicho eso se fue y me quedé en la oscuridad nuevamente, la única luz que veía era la que se filtraba por la hendidura en la parte baja de la puerta. Unos pasos venían cada cierto tiempo seguro estaban vigilándome.
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Tormenta del Pasado - #FBA2017
عاطفيةCatalina, una mujer de 25 años llega a Perú para saldar una deuda pendiente con la mujer que destruyó la vida de sus padres. Con esa idea en la cabeza se adentra en la vida de una adinerada, poderosa y corrupta familia sin saber las consecuencias qu...