XVI

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Mayo dió paso a junio, y junto a él, un frío que te hiela la sangre. No eran muchas las ocasiones en las que tenía que salir de casa, pero el hecho de levantarme de la cama ya era un suplicio.

Nahuel se la pasaba estudiando para sus exámenes, y yo cada vez tenía menos alumnos en particular, cosa que cambiaría en el mes de Julio, por los exámenes de invierno. Había abandonado las corridas matutinas, el frío no me dejaba salir de mi casa, por lo que me la pasaba acurrucada en el sillón, sintiendo como los músculos se me entumecian cada segundo que pasaba. 

No se lo recomiendo a nadie.

Ya no me quedaban libros que leer ni series que mirar, y la meláncolia se abría paso en mi pecho. Si realmente tuviera motivos para estar triste la estaría pasando mal enserio, pero no tenía nada por lo que llorar. De todas formas mi cuerpo se empecinaba en sentirse así. Quizá la lejanía de mis padres, de mis amigos. Quizá el hecho de que aún no había elegido carrera...

En fin, como buen jueves a la noche me dispuse  a ver una película, y para acompañar el ánimo de mi mente elegí una perfecta: 500 días con ella. Me puse el pijama más cómodo y abrigado que pude encontrar y me acosté sobre mi cama, con la netbook frente a mí.

Esto si que es vida.

Di play al film. No me hacía falta leer los subtítulos, conocía lo que cada personaje iba a decir. Quizá no literalmente, pero lo sabía y me encantaba. Desde los actores hasta la musicalización. Las escenas, las posibles interpretaciones, lo que te hacía sentir.

Así, metida en mi mundo de película, me sumergí en cada escena. Sin embargo, antes de la primer escena del karaoke, empecé a escuchar un ruido extraño que provenía de la ventana. aparté mi vista de la película para poder escuchar, pero no llegaba a distinguirlo...

¿Era una canción?

Pausé el film y me levanté de la cama, acercándome a la ventana. Ahora sí, escuchaba claramente la melodía. Una canción sumamente conocida por mí:

"Dale a tu cuerpo alegría Macarena que tu cuerpo es pa' darle alegria y cosa buena"

Corrí la cortina y allí estaba Nahuel, con su brazo extendido hacia mi ventana y el celular en la mano. Su sonrisa se amplió en cuanto me vió, rápidamente pausó la canción y me hizo señas para que abra la ventana.

-Hasta que escuchaste.

-No era más fácil mandarme un wpp?- el frío entraba descaradamente por el pequeño hueco de la ventana.

-Capaz, ¿Qué haces?

-Miro una película. ¿Vos?

-Intento estudiar, pero ya no hay caso.

-Te envidio un poco- me reí ante su expresión de desconcierto- es que a mi también me gustaría estar haciendo algo por mi futuro, aunque eso sea estudiar día y noche.

Lanzó una carcajada, y luego, más serio me dijo:

-Todo, cualquier cosa que hagas influye en tu futuro, incluso estar hablando conmigo ahora.

Puse los ojos en blanco, siempre tenía algo inspirador que decir.

-Bueno, señor destino, ¿Querés ver está película conmigo?

Tener a Nahuel comentandome cada escena de la película no era el plan original, pero realmente no me molestaba. Mi capacidad de hablar se mostró en su máxima expresión, y nos la pasamos bromeando y riéndonos. Yo aprovechaba para hablar, como de costumbre, y decir lo que pensaba de cada cosa que pasaba. Nahuel me escuchaba, expectante. Quizá solo hacia como que le importaba, pero le salía muy bien.

Dale a tu cuerpo alegría, Macarena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora