XXIV

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6 meses después.

Bailando como loca una canción de moda, amigas, alcohol, gente. Mucha gente. Y calor, Diciembre había llegado. Materias aprobadas, otras perdidas, pero por fin había encontrado mi camino. Estábamos festejando el fin de cuatrimestre, como todas las personas a mi alrededor, era placentero estar ahí. Esa tarde había rendido mi primer final,  y lo había aprobado. Se podría decir que al fin era una chica universitaria.

- Mira quién viene ahí...- Me gritó Cel para que la escuche a pesar de la música fuerte. Me giré y ahí estaba. Era difícil no verlo, era casi una cabeza más grande que el resto de la gente. Cruzamos miradas y me sonrió, mi estómago dio un vuelco, o quizá estaba a punto de vomitar.

Me mordí el labio y mire a Cel, ella me miró con su clásica expresión "tranquila". Ya habíamos tenido esta charla, que debia decirle, que hacer, como actuar, etc. Ella pretendía que me haga la difícil. 

Já. 

Evidentemente no me conocía.

En menos de un minuto sentí su mano en mi cintura, delicado y respetuoso, como siempre. 

-Felicitaciones- Dijo, seguido de un suave apretón. Dios, ¿por qué me ponía así al mínimo contacto?- Vi por instagram que aprobaste.

Me hablaba al oído, suave y tierno...

-Gracias, ¿a vos cómo te fue?

-Creo que bien.

Nos sonreímos, saludó a mis amigas y se quedó bailando con nosotras. Sus movimientos no eran estilizados ni mucho menos, pero yo no podía parar de ver su sonrisa. Ufff, estaba muy mal.

Detuve mis movimientos y sin avisarle a nadie me encamine hacia la barra.

-Un tequila, por favor.

El barman no tardó demasiado. Pero al momento de pagar, él se posicionó a mi lado y estiró y pagó por mi. Me irritaba que haga eso. Tomé el shot de una y lo enfrenté.

-¿Por qué lo haces? 

-Me gusta invitarte.

-No necesito que me invites.

-Eu, ¿qué pasa? sabes que no hay otra intención de fondo, se que a vos no te impresionaría con  una actitud como esa.

Me quedé en silencio, tenía razón.

-¿Querés que vayamos a dar una vuelta?

Miré la hora en la pantalla de mi celular: 5am. La noche llegaba a su fin. Era el horario en el que decidías sí volvías a casa temprano o aceptabas/proponías hacer algo distinto. No tenía nada que perder, incluso era probable que me arrepintiera de no hacerlo. Escuché la voz de Cel en mi cabeza "hacete rogar".

¿Qué sentido tenía decir que no si claramente quería lo contrario? Además, hacerlo estaba en contra de mi ideología: Tenemos que hacer lo que se nos da la gana y punto. Sin pensar en los prejuicios ni estereotipos. Ser reales.

-Vamos, dale.

...

-Fue instantáneo, me di vuelta y se cayó por las escaleras en el momento en que la ví- Me reía como una foca, como de costumbre. Él también reía, sin la misma intensidad que yo, pero compartiendo el sentimiento.- a veces me acuerdo y me empiezo a reír sola- Lancé otra carcajada. Estábamos en su departamento, vestidos sólo con nuestra ropa interior.

El sol se asomaba por las rendijas de la ventana. Quise hacer un comentario sobre lo lindo que se veía el reflejo del sol sobre la pared, pero un bostezo largo y tendido me interrumpió. Mis ojos se llenaron de lágrimas por ese reflejo extraño de cuando bostezas. Su mano se posó sobre mi mejilla:

-Manejas un sueño tremendo.

-Ni lo digas...

-¿Querés dormir?

Me descolocó la pregunta, nunca me había quedado a dormir ahí, jamás había sucedido.

Sólo asentí con la cabeza, nos acomodamos como si fuera lo más normal del mundo. No posicionamos uno al lado del otro, él colocó su brazo debajo del hueco de mi cuello, invitandome a apoyar mi cabeza sobre su hombro. Lo hice, mi cuerpo estaba tranquilo, pero mi mente maquinaba a mil por hora. Quizá, si él se acercaba demasiado, podría escuchar mis pensamientos ir y venir dentro de mi cabeza. Él, ajeno a todos mis pensamientos, apagó la luz tenue del velador con su mano libre. Ahora sólo podía verlo por la poca luz del sol que entraba por la ventana, lo que se veía aún más lindo que hace un momento.

Con movimientos naturales, sin titubear, él acariciaba mi espalda con lentitud, haciendo que mi mente se calme: estaba entrando al mundo de los sueños. Sin embargo, una pequeña parte de mi mente seguía ahí, gritando. Me removí, incómoda.

-¿Te molesta que te acaricie? lo hago para ayudarte a dormir, pero si no te gusta no lo hago más.

Negué con la cabeza, si abría la boca un sin fin de palabras iban a salir de ella, diciendo cosas que no quería decir.

Él prosiguió con sus caricias en mi espalda, luego en mi pelo. Después un beso fugaz en mi frente, un suspiro, más caricias.  Me moví, más inquieta que antes.

-¿Estas bien?

Esta vez fui yo la que suspiró. Mi corazón latía a mil por hora, mil palmas habían comenzado a sudar y el nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande. Tenía que decirlo.

-Me gustas mucho, demasiado.

Sus ojos se abrieron como platos, y mi mente se calmó. Esa calma antes del huracán, porque de un segundo a otro lo entendí: ¿Y si él no sentía lo mismo por mí?

.

.

.

Actualidad.

Una semana después del cumpleaños nro 19 de Macarena.

-¿Preparado?

Nahuel suspiró, la carta había llegado esa tarde, eran los resultados de la beca. Cómo, dónde y cuál era su destino estaban en ese pequeño sobre. Cuando recibió el sobre yo estaba de viaje, volviendo de mi pueblo. Sin embargo, espero a que llegue para abrirlo, dijo que tenía miedo de desmayarse o algo así. Me reí recordándolo, ya que en ese instante creí que sería yo la del posible desmayo.

-No quiero, no puedo.

-Nahuel- Respondí enojada, intentando dar una imagen de autoridad, sin embargo yo tampoco quería abrirlo.

-y si... Que pasa si... No lo se, tengo miedo.

Me reí de los nervios. ¿Desde cuándo Nahuel era tan expresivo con sus sentimientos?

-Yo también, pero es una buena señal.- Tome su mano libre- Significa que cosas buenas están en camino.

Él me sonrió, pero sus ojos decían algo más.

-¿Puedo decirte algo antes de abrir el sobre?

Dude un instante...

-No. Abrilo, después va a haber tiempo de despedidas.

Suspiro y sin despegar sus ojos de los míos, rasgo la pequeña abertura del sobre. Saco el contenido de su interior y desplegó la hoja doblada en tres.

Suspiré, se estaba tardando demasiado.

-Mac, me la dieron...

-¿Qué?

-Barcelona, 3 de febrero. 

Quería llorar de alegría.

-Me voy a España!- Gritó, mientras se acercaba a abrazarme.

Con la misma felicidad envolví mis brazos alrededor de su torso, sabiendo una sola cosa: todo iba a cambiar.


Dale a tu cuerpo alegría, Macarena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora