XVIII

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Despierto en una habitación blanca, cubierta de plumas del mismo color. Un suave perfume inundaba el lugar. Miro hacia la ventana que está abierta. Algo extraño, ya que estamos en pleno Junio. Me levanto para cerrarla. Camino a esta noto como las plumas están esparcidas literalmente por todo el cuarto. Son suaves y delicadas al tacto...

Una vez en la ventana me sorprendo de que no entra frío, más bien un aire cálido de verano. Me asomo y veo dos mariposas blancas posadas sobre el marco de ésta. Nunca había estado tan cerca de una, menos de dos. Con cuidado acerco mi rostro hacia ellas, para observarlas mejor, intentando no respirar. Cuando estoy lo bastante cerca puedo distinguir en una de ellas dos pequeñas manchitas negras, una junto a la otra, en una de sus alas.

De repente, el sonido de una puerta cerrarse con fuerza me sobresalta, haciendo que la otra mariposa, la que es completamente blanca, salga volando, huyendo de acá.

-No!- susurro, en un vano intento de hacer que se detenga. La veo alejarse, hasta que desaparece en el celeste cielo. Cuando bajo mi mirada, desolada, encuentro que la mariposa con manchitas sigue ahí. Me inclino hacia ella, sabiendo que no va a escapar de mí.

-Solo quedamos vos y yo- le susurro. Entonces, sucede de nuevo: el golpe de una puerta al cerrarse. No solo eso, se escuchan voces. Dos, para ser exactos. Las voces cada vez se hacen más fuertes, pero no se de donde vienen. La mariposa desaparece en un pestañeo, dejandome sola en la habitación blanca. No por mucho tiempo, ya que todo empieza a desvanecerse a mi alrededor.

Antes que pueda darme cuenta me despierto, esta vez en serio, en la cama de Nahuel. Estoy sola.

¿Qué hora es?

Si Nahuel ya se despertó después de la borrachera de anoche, seguro es más del medio día. Yo y mi maldita costumbre de dormir como un oso. Salgo de la cama, la casa está cálida, Nahuel nunca escatima en calefacción, por lo que no siento la necesidad de cubrirme con nada.

Me levanto con la intención de ir al baño, pero cuando me acerco a la puerta escucho voces en la cocina, ¿Con quién está? Abro la puerta sigilosamente para poder escuchar.

-Así que Macarena nunca te habló de mí...

¿Qué? ¿A quién demonios le haría una pregunta como esa?

-Nop, ya te dije, si no te llamás Leo ni idea quien sos. Bueno, quizás te nombró en alguna conversación, pero nada relevante.

Salí de la habitación lo más rápido que pude. Ignoré la enorme mentira que Nahuel estaba escuchando, porque quién hablaba no era nada más ni nada menos que Cristina.

Entré tropezandome al comedor y al grito de "¿QUÉ HACES ACÁ?"

Cristina corrió su silla para abrazarme. Estaban tomando café, ¿Hace cuanto tiempo estaba acá?

-Vine a ver a mi putis favorita!- Dijo, abrazándome tan fuerte que dolía. Apoyé mi mentón en su hombro, por lo que podía ver a Nahuel sonriendome aun sentado en su silla. La mesa estaba llena de sus libros abierto, ¿Se había levantado a estudiar? La responsabilidad de este chico me sorprendía cada vez más.

-¿Y tu bebé?- Le pregunté a Cris una vez que nos separamos.

-Con el papá. Esta semana no le correspondía, pero le conté la depresión que estabas manejando y acepto cuidarlo para que yo venga a cuidarte a vos- Terminó de hablar guiñandome un ojo. Vi como Nahuel me observaba extrañado desde su lugar, me sonrojé. No había hablado nada acerca de mi tristeza repentina con Nahuel y no tenía ganas de plantear el tema. Él tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

-¿Querés conocer mi departamento?

-Mierda, claro que sí!

Cristina era así, insultaba más de lo que decía "te quiero".

Dale a tu cuerpo alegría, Macarena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora