XXIII

35 5 2
                                    


-Es idea mía o en éste pueblo hace más frío que en los demás?

-Es verdad, lo que pasa es que está encantado.

Nos reímos con Nahuel de mi pésimo chiste, íbamos en su auto, o el auto de vaya a saber quién. Nahuel manejaba, nos dirigimos a un lugar más tranquilos, en el que podamos estar solos, según él. No lo culpaba, con mis padres en mi casa hablar resultaba imposible, mi padre nos interrumpía a cada rato para preguntarnos si necesitábamos algo, y mi madre....bueno, aunque la mayoría de las veces parecía que no estaba allí, escuchaba todo. Y cuando digo todo es TODO.

-¿De quién es el auto?

-Mis padres, me lo prestaron para poder venir a verte.

Me sonrojé un poco con ese comentario.

-¿Qué les dijiste que ibas a hacer?

-Visitar a una amiga.- lo dijo sin quitar los ojos de la ruta, y puede que mi corazón se haya quebrajado un poquito. La verdad es que no sabía que estaba tan sensible, estas semanas intenté no pensar en ello. Lo que no tuve en cuenta es que eso no hizo que desaparezca el dolor, tan solo aplacé el momento de sentirlo. Y ahora lo estaba pagando.

Luego de cruzar un pequeño puente, Nahuel se estaciono a un costado de la ruta.

-¿Pensas violarme, matarme y tirarme al rio?

-Si hubiera pensado en hacerte eso no me presentaría en tu casa así como así- Dijo, quitándose el cinturón con una sonrisa en los labios.

-Buen punto.

-Pasé por acá ésta mañana, me pareció un lindo lugar para sentarse a hablar.

Mire a mi alrededor, aún estábamos dentro del auto, y la realidad es que no le veía a ese lugar nada de lindo. El pasto estaba amarillo, los árboles secos, y por la cercanía del río hacía frío.

-Abajo- Me animó Nahuel. Destrabé mi cinturón de seguridad y salí al frío aire de invierno. Seguía inspeccionando mi alrededor, esperando encontrar aquello que hizo que Nahuel me trajera hasta aquí, pero no lo encontré. Mientras tanto el sacaba un bolso de viaje del baul.

-En serio, creo que vas a matarme.

-Silencio. - me dijo riendo.- Vení- Extendió su mano hacía mí. No sabía que quería que hiciera...¿En serio me estaba ofreciendo que tome su mano? ok, esto es demasiado.

Si, estoy exagerando, pero sabía que el contacto con sus dedos iba a desestabilizarme emocionalmente.

¿Alguna vez escucharon que cuando le tomas la mano a alguien especial sienten una suave electricidad subir por su brazo? Comienza en los dedos, una descarga suave. Más que electricidad parece alegría, y sube lentamente hacia su brazo produciendo casi de inmediato una sonrisa tonta en tus labios.

Si, bueno. Eso no paso. Literal nos dio electricidad tocarnos.

-Auch- se quejó, yo lancé una carcajada.- Creo que no servimos para esto.

-Creo que no.- Me sonrió. Lo juro, la sonrisa más linda que vi.

-Vamos.- Me animó nuevamente, esta vez sin ofrecerme ninguna parte de su cuerpo. Lo seguí mientras bajaba por detrás de unos árboles. Me ofreció su brazo donde el terreno era un poco resbaladizo. Cuando llegamos y nos situamos junto al río, entendí a lo que se refería.

-Cuanta....paz- Los árboles que habíamos esquivado al bajar creaba una especie de escudo frente a los sonidos de la ruta, de esa forma se podía apreciar más el delicado arrullo que producía el agua al pasar entre las piedras. Algunos árboles se recostaban sobre el río, creando pequeños puentes entre sí. - ¿Cómo es que viví tantos años acá y nunca vi esto?

Dale a tu cuerpo alegría, Macarena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora