Capítulo 37

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Narra Paula

Mediados de septiembre. Rutina.

Os preguntaréis qué ha pasado con el accidente ¿no? Pues allá va.

Días después de volver de nuestras mini vacaciones, nos llamaron desde la comisaría que llevaba mi caso. Óscar había confesado ser el hombre de las llamadas ante ellos, así que, por esa parte nada nuevo para mí.

Los días siguieron avanzando y la presión pudo con él. Confesó que tenía una cómplice y que esta se llamaba Ashley. Quizás por presión, no lo sé ni me importa. El caso es que ambos pasaron a juicio. Allí se descubrió que el incidente con su perro fue una simple casualidad pero, para él, grata. O al menos eso parecía al mostrar esa sonrisa torcida mientras hablaba.

Por parte de Ashley aparecieron nuevos trapos sucios, pero no dichos por ella, sino que Óscar fue confesándolos uno a uno. Aquello parecía más "sálvame" que un juicio.

Se usaban uno al otro, por placer y por venganza, todo al mismo tiempo. Nadie con dos dedos de frente dudaría que todo esto iba a acabar muy mal para ellos.

Varias horas después el juez emitió el fallo final, a mi favor, por supuesto. A ambos les espera una larga condena en la cárcel y al menos, por ahora, nos dejarán vivir tranquilos.

Por otro lado, ¿no os estáis preguntando a qué rutina vuelvo yo? Mi contrato puso punto y final en junio, con el fin de las clases. Ahora mi hermana puede ejercer de nuevo su puesto, así que yo no hago falta. Bueno, o eso creía.

A principios de septiembre el director de instituto me ofreció de nuevo trabajar con ellos, como una segunda profesora de literatura, ya que consideraba que mi hermana sola no podría (un profesor por razones que desconozco había dimitido). Como es natural, acepté. Pero no todo es tan fácil. El susodicho me hizo confesar que Ted y yo éramos pareja y también me hizo prometer que en el ámbito laboral no habría muestras de cariño.

Hasta ahí todo bien, o eso pensaba.

El primer día comenzó tranquilo pero el segundo fue todo lo contrario. Mi clase comenzaba así que entré decidida a la clase de primero de bachiller y, para mi desgracia, me había tocado darle clase al grupo del año pasado.

— "Hola, Paula."

Ese fue el saludo de Rubén. Pensaréis, que majo te ha saludado. Pues no. Detrás de ese saludo había algo más. Se acercó a mí bajo la atenta mirada de todos, quienes ocultaban una sonrisa en su rostro. Aunque a decir verdad, no les salía bien. En su mano llevaba su móvil y nada descubrí el porqué. Ante mis ojos el grupo de whatsapp de la clase y de foto de perfil Ted y yo en Gijón. ¡Alba! Será guarra la tía.

— ¿En serio aun seguís con eso? Habéis pasado de curso pero por lo visto no habéis madurado ni un poco. —Respondí yo cansada del mismo tema de siempre.

Sus sonrisas fueron desapareciendo una a una, tal vez al darse cuenta de que yo tenía razón. Pronto volvieron a aparecer al fondo de la clase. Rubén le estaba diciendo algo a su mejor amigo y este solo asentía, como gustándole un plan trazado en ese mismo momento. No le di importancia. Error.

A la mañana siguiente, nada más entrar por la puerta principal del edificio, el director me pidió que lo acompañase a su despacho. Y bueno, aquí estoy ahora mismo, esperando a escuchar lo que este hombre tiene que decirme. Por su cara, nada bueno.

— ¿Recuerdas la promesa que me hiciste el día que firmaste el contrato?

— Sí aunque si es por eso, no entiendo qué hago aquí.

— Estás aquí por esta foto. —Me enseña nuestra foto en Gijón. Trago saliva. — Me han enviado un correo anónimamente diciéndome que, o prohibía vuestra relación o esta foto iba a llegar a mis superiores.

Solo compañerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora