Capítulo 3
El comienzo de nuestro viaje
Había un buen trecho entre Argén y Mard, unas veinte leguas. El recorrido era fácil a caballo, tardabas alrededor de un día siempre y cuando salieras al alba; pero como íbamos a pie, tardaríamos más de día y medio si no nos parábamos. Lo que más me preocupaba era pasar la noche a la intemperie al acecho de los Praedos y los lobos que se alejaran tanto de las montañas como el que nos atacó pues no había ninguna aldea o posada en el camino que pudiera darnos cobijo. Aunque caminábamos a buen ritmo, el cansancio empezaba a verse en las caras de mis amigos. Ya me había mentalizado de que no llegaríamos a Mard el mismo día, pero tampoco los iba a matar de agotamiento.
—¿Hacemos una pausa para descansar? — Sugerí, el cielo empezaba a teñirse de naranja.
Como respuesta, mis compañeros se sentaron bajo un cerezo en flor. Giles levantó el vuelo para ir a cazar, no lo detuve. Ya hablaríamos largo y tendido después. Aunque no estaba demasiado cansado gracias a las tardes que pasaba en el bosque, me senté con ellos.
—¿Cuánto queda? — Nos preguntó Markus, buscando una respuesta alentadora.
—Bastante. — Me limité a responder, me preocupaba más el dónde íbamos a acampar.
—Ah... Las piernas me están matando. — Se quejó como alma en pena.
Suspiré. Imaginé que alguien se iba a quejar, al fin y al cabo, yo era el que se adentraba en el bosque mientras ellos se ocupaban de los negocios. Me sorprendió que ni Sally ni Luna se hubieran quejado, aunque imaginé que el orgullo de Sally le iba a impedir quejarse y Luna no quería darme problemas, me tenía demasiado aprecio. Me levanté y me adentré en el bosquecillo que había detrás del cerezo ante las miradas extrañadas de mis amigos. Busqué entre los árboles buscando un poco de romero. John me enseñó a reconocer algunas plantas medicinales y sus usos y el romero era estupendo para el dolor muscular, se podía tomar en una infusión o tomar un baño con la hierba. Salí del bosquecillo, Sally se giró al oírme y le enseñé el romero, me sonrió al adivinar mi idea.
—Esto te ayudará, Markus. — Le enseñé el romero y se lo quedó mirando.
—¿Quieres que me lo coma? — Me vaciló.
—¿Quieres acabar con tu dolor de piernas? — Le devolví, con una mirada seria y ladeando la cabeza.
—Vale. — Dijo, derrotado. — ¿Qué hay que hacer?
—Para empezar, hay que hacer un pequeño fuego y poner a hervir un poco de agua. — Le expliqué, mientras preparaba las cosas. — Vamos a hacer una infusión de romero. — Fui recogiendo ramitas secas para la yesca.
Saqué mi pedernal y mi cuchillo de cazador del cinto. Froté el hierro con el pedernal hasta que salieran chispas para prender la yesca. No fue difícil gracias a que era un cálido día de verano. Unas tímidas volutas de humo asomaban entre las ramitas, empecé a soplar y poner ramas más grandes encima para que el fuego creciera. Una vez hecha la pequeña hoguera, cogí el vaso de hierro con agua que me ofrecía Markus y lo puse cerca de las llamas. Metí un poco de romero en la taza y esperamos. Cuando rompió a hervir, saqué la taza y las ramitas sobrantes.
—Cuidado. — Le avisé a Markus. — Quema y sabe fuerte.
—Gracias. — Me dijo mientras soplaba para enfriar la infusión.
—Excelente trabajo, Ángel. — Me felicitó Sally con una sonrisa de oreja a oreja.
—Tu padre me enseñó muy bien. — Respondí modestamente.
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Las Crónicas Del Descendiente I: El Medallón de Lux.
AventuraEl Equilibrio es la fuerza que sostiene la realidad, pero la guerra entre los dos Dioses Primordiales ha inclinado la balanza hacia el lado de la destrucción. Con el Dios de la Vida encarcelado en las Tinieblas por su hermano divino, la tarea recae...