Capítulo 7
Las Sombras reclaman mi sangre
La pelea no empezó con buen pie. Al bandido se le daba bien el manejo de su viejo alfanje y el resto de los bandidos nos rodeaban formando un cerco mientras lanzaban piedras y, de vez en cuando, algún cuchillo que conseguía esquivar por los pelos. A pesar de estar usando dos espadas, «Deforme» no tenía problemas para controlarlas. Tampoco me atreví a desenvainar el puñal pues bajaría la guardia y lanzar los cuchillos tenía muchas posibilidades de fallar, lo mismo ocurría con los punzones. Mientras pensaba en mis escasas opciones, estudiaba al Praedo para encontrar cualquier punto débil, por pequeño que fuera, para conseguir ventaja. Lanzaba estocadas, tajos y fintas, pero él siempre conseguía predecir mis movimientos. Traté de no desesperarme, no era normal que un viejo bandido tuviera tal manejo con la espada. Una horrible sonrisa apareció en su rostro cuando me lancé con un golpe descendente.
—Nada mal, muchacho. — Me halagó tras bloquearlo. — Es difícil manejar dos espadas a la vez. — Añadió.
—No para mí. — Repliqué mientras forcejeábamos, podía oler su pestilente aliento.
—No esperaba menos de ti. — Su sonrisa se ensanchó. — Al fin y al cabo, eres el último Descendiente. — El pánico me invadió el cuerpo. Lo aparté y me quedé a una distancia prudencial. — ¿Qué te ocurre? — Preguntó. — ¿Acaso tienes miedo? — Se mofó y todos los bandidos se rieron.
Me quedé con la mente en blanco. Usé la visión de Giles y el miedo me recorrió la columna hasta la nuca. No había rastro alguno de Luz en aquel bandido, su corazón estaba totalmente oscuro y supe que era un Corrompido, un siervo de las Sombras.
—Me decepcionas, pensaba que eras más audaz. — Se quejó.
—Todavía no hemos acabado. — Le espeté recuperando el aliento. — Sigo respirando. — Intenté hacerme el valiente para ocultar el pánico que me estaba ahogando.
—Ese es el espíritu. — Dijo antes de cargar contra mí.
Lo esquivé e intenté lanzar una estocada a su costado, pero lo desvió con el guardamano. El bandido comenzó a lanzarme tajos a diestro y siniestro tan rápido que solo pude defenderme a duras penas. Estaba perdiendo y noté cómo la herida del brazo, que aún se estaba curando, me pasaba factura en la pelea y tras conseguir defenderme de sus ataques, me alejé para recobrar el aliento. Sin embargo, un bandido del cerco me dio un golpe con un garrote en el brazo herido aprovechando mi punto ciego provocándome un grito de dolor mientras la sangre manaba de la herida, de nuevo abierta.
—¡Maldito seas, animal! — Chilló una Sally rabiosa retorciéndose. — ¡Eres un sucio rastrero! ¡Bastardo! ¡Malnacido!
—Amordazadla. — Ordenó el jefe de la banda y, acto seguido, Sally se calló.
—¡Sois unos bandidos inmundos! — Les insultó Markus.
—¡Alimañas! ¡Ratas putrefactas! — Le hizo coro Carlos.
—¡Vamos, Ángel! — Me animó Luna intentando liberarse y zafándose de las manos de los bandidos. — ¡Demuéstrales de qué estás hecho!
—Calladlos a todos. — Mandó «Deforme» sin alterar el tono. — Me están poniendo nervioso.
Mis amigos fueron amordazados y ya solo se podían escuchar sonidos ahogados a través de la tela, pero gracias a aquella pequeña pausa para recuperarme e idear una estratagema. Sujeté ambas espadas en una mano izquierda y deslicé la derecha hacia el puñal
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Las Crónicas Del Descendiente I: El Medallón de Lux.
AdventureEl Equilibrio es la fuerza que sostiene la realidad, pero la guerra entre los dos Dioses Primordiales ha inclinado la balanza hacia el lado de la destrucción. Con el Dios de la Vida encarcelado en las Tinieblas por su hermano divino, la tarea recae...