Capítulo 8
El ritual de purificación
Salí del baño pensativo. Me sentí más relajado, pero la idea de que las Sombras pudieran leerme los pensamientos me ponía nervioso de nuevo. No podía permitir que se aprovecharan de esa debilidad. Giles me había dicho que le pidiera a Michael que me realizara un ritual de purificación, pero... «¿Qué demonios era un ritual de purificación?», pensé. El objetivo del ritual estaba claro, lo que me ponía nervioso era el cómo se iba a realizar. Entré en la habitación, me vestí y me di cuenta de que la ropa me quedaba un poco grande. Había adelgazado durante los tres días que estuve inconsciente y el hambre hizo acta de presencia. Me ceñí el arnés y el cinturón, me calcé las botas, coloqué las espadas y el puñal automáticamente. Saqué la cajita con los pendientes de Luna y la abrí, seguían allí, y una oleada de alivio me inundó. Me la puse la capa con el zurrón al hombro y salí de la habitación con el regalo de Luna en la mano, cada vez más hambriento con cada peldaño de las escaleras que me llevaron al comedor. El cuarto no era nada del otro mundo, solo muebles de roble y vajilla de barro, aun así, la chimenea que había al fondo le daba un aire acogedor a la sala. Las ventanas estaban abiertas y el aire veraniego se movía por la habitación, el calor indicaba que sería mediodía o la hora de comer y al pensar en comida, mi estómago rugió con más ganas necesitado de comer algo antes de que empezara a ver los muebles como aperitivo. Me dirigí hacia la puerta que estaba a mano derecha y al poner la mano en el agarrador para abrirla, la puerta se abrió bruscamente hacia mí dándome un golpe en la frente y echándome atrás dando un traspié y cayendo con todo el tintineo del metal que llevaba encima. Me palpé el lugar del golpe y por suerte no había sangre, pero sin duda me saldría un buen chichón. Alguien terminó de abrir la puerta y escuché un grito ahogado que me hizo levantar la vista para encontrarme a Luna sosteniendo una fuente de barro con algo que olía muy bien. Mi amiga dejó apresuradamente la fuente en la mesa y se arrodilló a mi lado.
—¡Oh, lo siento! — Se disculpó mientras buscaba el lugar del golpe. — ¿Estás bien, Ángel? — Me tomó las mejillas. — ¿Te hice daño?
—Estoy bien, no te preocupes. — La tranquilicé acariciando sus manos. — Solo ha sido un buen golpe.
—No bromees con eso. — Me regañó frunciendo ligeramente los labios. — Todavía estás débil, deberías descansar. — Acarició mi frente con los dedos. — Puedo llevarte la comida a la cama, no tendrías que haber subido.
—Pero aquí estoy. — Me levanté lentamente. — Y comer ahí abajo es ciertamente deprimente. — Sonreí. — ¿Podrías pedirle a Sally un ungüento para el golpe? — Luna asintió suavemente.
—Claro, pero primero come. — Me mandó señalando la fuente de barro. — Espero que te guste.
—Todo lo que tú cocines estará delicioso. — Le aseguré.
—Bueno, tampoco es que sea tan buena. — Dijo modestamente y se apartó un mechón de pelo del rostro para colocarlo tras la oreja, noté que se ruborizaba. — Se te ha caído esto. — Me ofreció la cajita con su regalo, quería que se lo diera en mano.
—Gracias. — La cogí y me senté en una silla. — ¿Los demás han comido?
—Hace rato. — Me contestó mientras se sentaba en la silla de al lado. — ¿Te ocurre algo?
—Muchas cosas, ¿por? — Empecé a engullir.
—Porque te veo distraído. — Dijo, preocupada. — Come más despacio. — Me advirtió.
—No puedo, es que tengo hambre y está bueno. — Repuse con la boca a medio llenar.
—Te va a dar una indigestión. — Repuso adoptando el papel de madre.
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Las Crónicas Del Descendiente I: El Medallón de Lux.
PrzygodoweEl Equilibrio es la fuerza que sostiene la realidad, pero la guerra entre los dos Dioses Primordiales ha inclinado la balanza hacia el lado de la destrucción. Con el Dios de la Vida encarcelado en las Tinieblas por su hermano divino, la tarea recae...