Capítulo 11
Encerrados en la capital
Recogí las bolsas del suelo de mi habitación como un vendaval, Giles voló hasta mi hombro preparado para actuar. Todos estaban esperando en el pasillo, todos menos Carlos.
—¿Dónde está Carlos? — Les pregunté.
—Se fue a la plaza de la ciudad temprano mientras entrenábamos. — Contestó Markus. — Esto es para él. — Levantó un laúd de madera oscura.
—Tendremos que ir a por él. — Dije antes de que unas voces resonaran por el pasillo. — Hay que separarse. Vosotros id a preparad los caballos, yo me quedaré a entretenerlos.
—No trates de hacerte el héroe, Ángel. — Me reprendió Sally. — Iremos todos juntos.
—Estoy con él. — Me apoyó Markus. — Pero no te dejaremos solo, te acompañaré.
—Tú tienes que cubrir a Sally, Denes y Luna. — Repuse.
—No necesito que nadie cuide de mí. — Replicó Sally.
—Pero Denes sí. — Contesté haciéndola callar.
—De acuerdo, tú ganas. — Se rindió y sujetó a su amigo por la cintura.
—Bien. — Las voces se escuchaban con más fuerza. — Marchaos ya.
—Danos las bolsas. — Me ordenó Luna alargando el brazo. — Te molestarán para pelear.
—Tened mucho cuidado. — Luna cargó con mi zurrón y le colgó la otra bolsa a Denes sin miramientos. — ¿Podrás llevarlos a los establos? — Le pedí a Armida.
—Dalo por hecho. — Me aseguró más tranquila. — Seguidme. — Se dirigió hacia una pequeña puerta al final del pasillo y desaparecieron uno a uno.
—Júrame que volverás ileso. — Me hizo prometer Luna reticente a irse de mi lado.
—Te lo prometo, vete. — Se fue detrás del resto de mala gana.
—Esto me recuerda al Norte. — Dijo Giles con emoción.
—La diferencia es que no vamos a dejar cadáveres detrás de nosotros. — Desenvainé las espadas. — Necesito que seas mis ojos.
—Como en mis viejos tiempos. — Contestó y se agitó un poco en mi hombro. — Son una docena con lanzas y espadas.
—¿Crees que podré con ellos? — Le pregunté.
—Recuerda que no eres del todo humano. — Me respondió. — Has desarrollado habilidades más allá de sus límites gracias a la conexión con tu Protector.
—Eso me tranquiliza. — Apreté la empuñadura de las armas. — Solo un poco.
—Aquí vienen. — Erizó las plumas abriendo las alas. Una docena de soldados equipados con armaduras de bronce reluciente, espadas y lanzas giraron la esquina y nos encontramos cara a cara.
—¡Ríndete! — Me gritó uno. — ¡Quedas detenido por el asesinato del emperador!
—¡Yo no lo maté! — Me defendí apuntándolos con Custos.
—¡Entonces depón tus armas y tendrás un juicio justo! — Me dijo otro. — ¡El emperador Máximo ha dado su palabra!
—Ese príncipe engreído no cumplirá su palabra. — Les espeté. — Solo le importa él mismo y acabará conmigo en cuanto esté en sus manos. — Me puse en guardia.
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Las Crónicas Del Descendiente I: El Medallón de Lux.
AdventureEl Equilibrio es la fuerza que sostiene la realidad, pero la guerra entre los dos Dioses Primordiales ha inclinado la balanza hacia el lado de la destrucción. Con el Dios de la Vida encarcelado en las Tinieblas por su hermano divino, la tarea recae...