Cap. 9- Duelo al atardecer

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Seda se dejó caer en uno de los bancos de piedra situados frente a la cascada principal de la Sala de las Mil Fuentes. El paisaje era sencillamente maravilloso, exuberante de vegetación y salpicado de decenas de manantiales... Parecía imposible que un lugar así se encontrase en el interior de un Templo. Era una pena que Nova y Vespe se hubiesen marchado antes de verlo.

Tan solo habían transcurrido unas horas desde que sus amigas habían dejado Coruscant, pero Seda ya las extrañaba. De repente se sentía muy sola. El hecho de no tener a Vespe y Nova junto a ella hacía que fuera más difícil enterrar el dolor de la reciente muerte de Ayaka y todas las demás.

Sabía que esa misma noche se mudaría al complejo de la senadora Amidala, y que tal vez en su compañía lograse distraerse, pero no era lo mismo, con ella no había compartido misiones casi suicidas, no tenía la confianza que había tenido con sus amigas. Padmé le había parecido una persona admirable, buena e inteligente. Pero no la conocía.

―¿Puedo acompañaros, princesa Seda? ―Anakin se sentó a su lado de repente, como salido de la nada.

―¿Otra vez? ―Ella le dirigió una mirada suspicaz. No le había pasado desapercibido el tono burlón con el que el chico había pronunciado el título real.

―Disculpadme, Alteza, no pretendía importunaros ―contestó él, todavía en el mismo tono socarrón.

Cuando dos días atrás, Obi-Wan les había contado lo que sabía sobre el linaje de Seda, él casi no se lo había creído

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Cuando dos días atrás, Obi-Wan les había contado lo que sabía sobre el linaje de Seda, él casi no se lo había creído. Ella era demasiado natural, demasiado espontánea como para encajar en los parámetros mentales de Anakin sobre la realeza.

Pese a que su primer encuentro había sido conflictivo, la necesidad de protegerla fue inmediata en él; aunque en aquel momento todavía no conocía su historia, Anakin enseguida había sabido que la sacaría de esa vida, costase lo que costase... Pero, después de enterarse del abuso que había sufrido la joven, el sentimiento protector había crecido exorbitantemente. Cada vez que pensaba en ello, sentía como la rabia y el odio amenazaban con controlarlo... Tenía que hacer acopio de todo su entrenamiento para calmarse, no solo por respeto a los valores jedi, sino también por respeto a Seda. Estaba seguro de que, lo último que ella quería era que los demás la viesen como a una víctima.

El legado de la Orden Jedi » Star WarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora