Seda Aybara ha sido esclava desde que tiene memoria. Toda su existencia se ha reducido a servir en el cuerpo de élite de uno de los sindicatos criminales más poderosos de la galaxia, Eclipse Blanco.
Cuando Obi-Wan y su padawan, Anakin Skywalker, lle...
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En Coruscant las noches no eran oscuras. El sol desaparecía tras completar su ciclo, pero la ciudad no cesaba de bullir en actividad; las luces de los comercios, de los vehículos, de los clubes y de los edificios eclipsaban el lejano brillo de las estrellas y cubrían la superficie del planeta de una curiosa luminiscencia multicolor y artificial, pero no por ello menos hermosa.
Seda no podía dormir. Los últimos acontecimientos habían revuelto recuerdos y emociones que todavía no había terminado de superar. El atentado contra la nave senatorial no dejaba de repetirse en su cabeza, confundiéndose con la huida de Dantooine y la muerte de sus amigas. Tenía miedo de perder a Padmé también.
Por eso, en lugar de retirarse a descansar, como le había hecho creer a su mentora, en ese momento se encontraba varios pisos por debajo de su departamento, en la sala de comunicaciones, contándole a Nova todo lo ocurrido. Tal vez ya no pudiesen verse tan seguido, pero tanto la pelirroja como Vespe seguían siendo su familia; hablar con ellas siempre la reconfortaba, al menos en parte.
Cuando cortó la transmisión, se arrebujó en la fina bata de raso que cubría su camiseta y short de pijama, y salió a los corredores principales, donde Gregor Typho y el maestro Kenobi terminaban de comprobar los detalles de la seguridad del edificio.
En cuanto la vio, Obi-Wan se disculpó con el capitán para acercarse a la joven.
―¿Anakin sabe que has salido? ―preguntó―. ¿O te has escabullido? ―Tenía los brazos cruzados en actitud reprobatoria, pero una sonrisa divertida le adornaba el rostro.
―Él todavía no había llegado cuando salí. Llevo bastante rato en la sala de transmisiones.
―De todos modos, no deberías estar sola ―respondió el jedi tras un breve asentimiento―. Vamos, te acompaño.
―No necesito que me protejas, Obi-Wan. ―Ella rodó los ojos, pero lo siguió hasta las puertas del ascensor.
―Lo sé, Seda. Estás más que capacitada para defenderte sola. ―Él sonrió, a la vez que la dejaba pasar delante y marcaba el piso del departamento de Padmé―. Pero hace mucho que no nos vemos, quería saber cómo estás, conversar un poco. No me negarás el placer de tu compañía, ¿verdad?