Capítulo 1**

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Desde la caída del primero de los suyos, grandes legiones de ángeles habían sido creados por la Gran Deidad, aunque también estaban aquellos que eran producto de otros ángeles. Cuando un hijo de un ser de luz nacía, se convertía en un acontecimiento de grandes magnitudes, que todos celebraban con gran regocijo.

Ken tenía dos padres a los cuales amaba mucho, siendo hijo de ángeles tenía un encanto especial, la dulzura de su madre y la fortaleza de su padre eran sus dos mejores cualidades. Pero por desgracia aunque él dejaba todo su empeño en realizar bien su trabajo, no siempre resultaba como él quería.


— Rey, Anabeth, Chung Li y Suchart son algunos de las personas que han estado a tu cargo ¿Cómo es posible que todas terminaran en el inframundo, Ken? ¿Qué acaso no haces bien tu trabajo?

— Yo... lo siento — dijo apenado bajando el rostro hacia el suelo.

— Yo no digo que ser ángeles guardianes sean un trabajo fácil, la mayoría de los que trabajamos con las almas de los humanos, hemos tenido que llevar al menos una vez algún alma al infierno, pero tú...

— Déjalo ya Anong — intervino Helina — no es su culpa, recuerda que no depende de nosotros interferir en sus decisiones.

— Estoy consciente de ello Helina... pero... tienes razón. Puedes retirarte Ken, después te llamaré para darte tu nueva asignación.

— Gracias — dijo en lo que parecía un susurro bastante lastimoso.


Ken se sentía realmente mal, Anong tenía razón, cómo era posible que de todos aquellos a los que se les encomendó proteger, solamente dos almas habían podido llegar al cielo.

«Definitivamente soy un pésimo ángel guardián, tal vez debería convertirme en un renegado o dejar que me arranquen las alas y que me envíen al infierno». Pensó un tanto disgustado consigo mismo Ken.

Observando el horizonte ante sus ojos, Ken comenzó a caminar un tanto distraído, pensando y reflexionando todo lo que le había dicho su jefa por decirlo de alguna forma. No le tomó mucho tiempo el llegar a casa, pero el ver las paredes de su habitación lo hicieron sentirse aún peor; porque ellas estaban perfectamente adornadas con fotografías de los héroes y ángeles con mayor renombre en todos los cielos, a los cuales Ken admiraba por su trabajo con los humanos. Frustrado terminó por bajar a la tierra, para observar aquella creación tan magnífica a la cual debía proteger.

Ken podía ver el cúmulo de personas que iban y venían, y tras ellas los ángeles guardianes que como él, velaban por el alma de los humanos. Pero al ser un punto intermedio entre el cielo y el infierno también podía ver a los demonios que se regocijaban al manipular las mentes de los humanos y llevarlos por el mal camino.

— Tengo que hacerlo mejor, no puedo rendirme — se dijo así mismo, y con una leve sonrisa en sus labios desapareció de la tierra para regresar a casa.



* * *



El sonido de la puerta al cerrarse aún retumbaba en la cabeza de Leo, otra vez N lo había llamado para satisfacerse así mismo, no era que él no lo disfrutara también, pero comenzaba a cansarse de la forma tan poco sensible con la que lo trataba.

Frustrado consigo mismo por seguir haciéndole caso, caminó hasta la salida y a medida que llegaba a su propia habitación, lo hizo con uno que otro demonio que encontró a su paso. El sentir los labios y manos de otros recorrer su cuerpo, hacían a Leo regresar su cordura. Esta era la única forma que se le ocurría para olvidar de cierta manera los desplantes que le hacía N. El que siempre tuviera que mendigar para obtener su atención, era algo que ya comenzaba a fastidiarlo, sobre todo porque bien sabía que podría estar con quien quisiera sin la necesidad que tener que rogar.

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