Capítulo 13**

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Memorias del pasado

La raza humana apenas y comenzaba a poblar la tierra, cuando los demonios vieron en ellos, el objetivo perfecto para jugar sin piedad alguna. Los ángeles quienes los protegían, miraban con horror como sus protegidos se desviaban del camino escogido por la Gran Deidad. Muchos de ellos quisieron intervenir, pero las reglas del libre albedrío eran muy claras.

Eso significaba que los humanos al tener natural libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetos a presiones, necesidades o limitaciones, o a una predeterminación divina; llegaban a ser más vulnerables ante los juegos de los demonios, a quienes no les importaba en lo más mínimo el daño que podrían causarle a los humanos, al manipular sus mentes.

— Hoy, será tu primera lección práctica Leo... iremos a la tierra.

— ¿Estás hablando en serio, viejo? — respondió Leo sorprendido.

— ¿Alguna vez te he mentido? — dijo esta vez su padre.

— Claro que sí, y muchas veces — soltó rápidamente.

— Pues hoy estas de suerte, porque iras conmigo a la tierra.

La primera vez que Leo pisó la tierra como cualquier niño curioso, observó a detalle cada parte que sus ojos felinos le permitieron y más allá; lugares que ocasionaron una explosión de ideas en su mente. Las grandes extensiones de verdes y grandes árboles, fueron sus primeras víctimas.

— ¡Ese es mi hijo! — gritó con júbilo su padre al verlo crear un incendio.

Cual si fuera un juego de lo más entretenido, Leo provocó su primer incendio al oeste de Estados Unidos, desde el estado de Idaho hasta Montana. Además de grandes extensiones de bosques, al menos 87 personas murieron y varias ciudades fueron arrasadas por las llamas. Las nubes llegaron incluso a ser vista en Nueva York, en la otra punta del país. Pero no contento con eso, el torturar algunos cuerpos aún en llamas, fue el acto que hizo que su padre le aplaudiría totalmente orgulloso, por el desastre que había ocasionado. Después de esa primera vez, y a medida que los años de vida se iban acumulando en el cuerpo de Leo, sus travesuras eran cada vez más despiadadas y meticulosas.



* * *



Ken jugaba con las distintas tonalidades del arcoíris, cuando vio llegar a un par de ángeles guardianes de la tierra. No es que no hubiera visto a otros ángeles en su vida, pero aquel día algo parecía estar llamándolo cuando los vio.

Y como si eso no fuera señal suficiente, una luz brillante reflejada por el sol, parecía iluminarlos de pies a cabeza. La sensación de alegría que sintió en ese momento, fue lo suficientemente fuerte, para que terminara prácticamente obsesionándose con la idea de convertirse en un ángel guardián.

Sus padres, ambos ángeles observadores de otras galaxias, estuvieron más que fascinados con la idea de que su hijo se convirtiera en un ángel guardián.

— Sabes bien que es un gran honor el trabajar con los humanos, ¿verdad, Ken?

— Lo sé, por eso es que lo deseo tanto — le respondió a su madre irradiando felicidad.

— En ese caso, veré que hacer — intervino su padre, abrazándolo orgulloso también.

Era por tradición, que aquellos ángeles nacidos de otros ángeles, se dedicaran al mismo trabajo que sus padres. Pero al ver el entusiasmo de Ken al hablar de aquellos ángeles guardianes, tanto su madre como su padre sabían que tendrían que hablar con sus superiores para que él, pudiera cumplir su sueño.

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