Ken amaba tanto ser un ángel guardián, que él no lo consideraba como un trabajo sino como todo lo contrario, más bien como una especie de recompensa. Por eso cuando le asignaron a María Pilar su primera asignación mujer, de ella aprendió que el amor no era cosa de juegos sino de valientes, sobretodo porque no siempre se tenía a la persona amada con uno mismo, como en los cuentos de hadas con final feliz.
Él sabía perfectamente que lo que estaba haciendo estaba mal en tantos sentidos, pero también sabía que solo había una forma de estar completamente seguro; además era consciente de que Leo no era precisamente un ser ingenuo, por eso Ken entendía a la perfección lo riesgoso que era el confraternizar con el enemigo.
Después de un largo tiempo considerando pros y contras, Ken apareció en la bella Ciudad de Andalucía, España; el tener el poder de ir y venir a sus anchas le era muy benéfico, y esa era una de las ventajas que como ángel guardián él poseía. El calor veraniego que se impactó sobre su blanca piel, lo hacía sentir de cierta forma seguro.
Caminar por las mismas calles empedradas que recorrió hacia 300 años atrás con María Pilar, lo envolvían en la nostalgia de los recuerdos vividos con ella. A su mente llegaron los recuerdos de la forma tan única y especial que tenía su protegida para vivir una vida llena de romanticismo, la cual a Ken se le fue infiltrando debajo la piel.
Justo con esos pensamientos fue como se dio un nuevo encuentro con Leo. Ambos se miraron expectantes, lo que fuera que los hacía acercarse al otro, tal vez no era más que la curiosidad a lo desconocido, a algo que ninguno de los dos había experimentado con anterioridad.
— Hermosa vista ¿no crees? — dijo Ken rompiendo el aplastante silencio que los rodeaba.
— Sí, como digas — respondió con indiferencia Leo.
Ken mentalmente se patio el trasero.
«Hermosa vista, ¿En serio, Ken? Es un demonio es obvio que la vista no va a gustarle»— se recriminó el ángel.
Leo inclinó su cabeza a un lado recreándose la vista al ver a Ken, el cual por estar auto regañándose se había quedado callado justo frente a Leo; pero al salir de su pequeño trance pudo observar la forma tan particular con la que el demonio lo miraba — como si Ken, fuera el manjar más sabroso sobre la faz de la tierra y cual hambriento, Leo estuviera dispuesto a saborearlo — provocando que un fuerte escalofrío recorriera su cuerpo entero.
— ¡Deja de verme así! — gritó Ken sintiendo como su cuerpo lo traicionaba y sus mejillas se teñían de un color carmesí.
— ¿Así cómo...? — le dijo Leo retándolo, mordiéndose el labio inferior.
— ¡Cómo si yo fuera un pedazo de carne! — gritó Ken de nuevo.
— Está bien, está bien... — mencionó Leo alzando ambas manos, en una postura de rendición — de todos modos tengo esto — dijo esta vez señalándose la cabeza con su dedo índice.
— ¡Eres un...!
— Soy un demonio, ¿Qué esperabas? — dijo con sorna Leo.
Y sorprendiéndose así mismo, Leo acortó la distancia que lo separaba de él y repasó los labios de Ken con su pulgar, provocando que una especie de corriente eléctrica atravesara ambos cuerpos.
— ¿Qué... qué estás haciendo? — preguntó Ken con los nervios de punta.
— Nada, no estoy haciendo nada...
«Aún» pensó.
Y dejando la frase a medias, Leo nuevamente sorprendió a Ken con otro beso. Y mientras las alarmas de que las cosas se le estaban yendo de las manos, Ken quiso alejarse como la vez anterior, pero Leo no se lo permitió. Envolvió la nuca de Ken con una mano mientras que la otra se aferró a la cardera del mismo, de modo que terminó atrayéndolo a su cuerpo, intensificando aún más el beso.
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En las Sombras
FanfictionEn lo más profundo del inframundo un ser carente de buenos sentimientos, posa su mirada en quien podría ser el que le enseñe el verdadero significado de la palabra amor. N diminutivo de la palabra en latín nuevo. Es el heredero al trono del inframun...