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IV. ━━ amigos y enemigos.
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Olivia se preparaba para salir está noche, tenía planeado dar un pequeño rumbo por las calles de Nueva York. Tomó lo que podría serle necesario: un pequeño cuchillo escondido en su bota izquierda y una arma cargada atrás de su chaqueta. Sabía que si iba a esos peligrosos callejones por su cuenta tendría varios problemas y ciertamente los quería evitar, también llevó algo con lo cual taparse el rostro, no quería ser reconocida de ninguna forma y menos por Spider-Man, quien se suponía iba al mismo colegio que ella. Tomó su celular para divisar la hora: las diez de la noche, muchos dirían que estaba demente por salir tan tarde en busca de problemas, pero ya llevaba tres semanas en Midtown High y no había obtenido ninguna información relevante para Alfred.
Estaba siendo inútil en su misión y ella estaba consciente de eso, Alfred al menos había dejado de llamarla desde la última vez que la amenazó, pero sabía que podía comunicarse con ella en cualquier momento y era crucial que ella obtuviera un poco de información. Salió de su departamento cabizbaja y llamando la menor atención posible y se dirigió a la calle. Comenzó a caminar sin rumbo fijo mientras se adhería a su chaqueta, estaba siendo frío, más del que espero, sentía que él vientre le corría toda la espalda de forma burlona y enseguida se arrepintió por haber salido de su cómoda cama.
El sentimiento de que alguien estaba detrás de ella la hizo detenerse en seco ¿Alguien la estaba siguiendo? ¿De nuevo? ¿Sería la misma persona que la última vez? Volteó tratando de no hacer demasiados movimientos bruscos, estaba sola, nadie transitaba donde ella estaba. Frunció el ceño bastante confundida, su instinto nunca fallaba, así que estaba más que segura que alguien la estaba vigilando, siguió caminando intentando no verse sospechosa y movía la cabeza de un lado a otro mientras se perdía entre las personas. Encontró un callejón, sabía lo que iba a encontrar ahí, pero simplemente optó por entrar de golpe. Cuando levantó la vista un extraño hombre se le acercó con una terrorífica sonrisa pintada en el rostro. Maldición.
—¿Acaso te perdiste, muñeca? —el hombre la interrogó acercándose. Estaba ebrio, ella pudo sentirlo.
—Te recomiendo alejarte —ella le dijo inexpresiva—. Créeme, lo vas a lamentar.
