Capítulo 30

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Héctor estaba sentado, esperando la aparición del concurso para probar el conocimiento, pero paso el tiempo y ordenó un café. Sorbo tras sorbo, él empezaba a impacientarse. Justo en el momento menos preciso, la campana de la puerta de entrada de la cafetería sonó. Tras ella una chica con vestido verde y pelo recogido de manera simple y elegante entró.

Ella lo vió   y se acercó.

—Es la primera vez que vienes aquí, ¿no?— preguntó mientras se sentó en la misma mesa que él.

Asintió.

—No te ves del tipo que le gusta venir a lugares desconocidos. Aunque que no quiero juzgar por apariencias, ¿Qué te trajo a esta cafetería?

—Un concurso.

—¿Concurso?, que razón tan... particular—dudó en su respuesta—Por cierto, Soy Maxine Lazy.

—Yo soy...

James entró al lugar con una bolsa de una tienda. Con rapidez se acercó a la mesa en la que Maxine estaba, sacó algo de la bolsa y...

—¡¿Qué estás haciendo?!—se quejó Maxine.

—Siguiendo el plan—respondió mientras que esposó a ambos chicos—Buena suerte—dijo y salió del lugar.

Héctor estaba sorprendido de como una serie de acontecimientos causados por sus dos amigos causaron este dilema. Miro como las esposas que les puso aquel chico desconocido lo unía con Maxine. Él sólo se preguntaba como rayos salir de este embrollo.

—¡Gabriela!—dijo Maxine al teléfono.

—¿Cómo te va?—preguntó despreocupada.

—¿Cómo me va? Pues aparte de estar esposada junto a un tipo desconocido, estoy bien.

—¿Desconocido?—dijo ella desconcertada.

—Exactamente. Sólo entre a la cafetería y empecé a hablar con un chico nuevo, luego James entró y nos puso unas esposas.

—¡Ese idiota! ¡Este no era el plan!—maldijo ella—Quédate ahí. Iré por María a pedirle la llave. Chao.

La llamada termino. Desde las 4:58 pm estos chicos fueron unidos por el error de un Don Juan imbécil.

—Lamento esto—se disculpó Maxine señalando las esposas.

Héctor seguía desconcertado.

—Hey, tranquilo. ¿Qué tal si te invito a una taza de café?

Héctor despertó de sus pensamientos y aceptó. A los pocos minutos, él bebía un café expresso y ella un chocolate caliente.

—Amigo, ¿Quién te dijo que aquí había un concurso?

—Un amigo.

—Pues te engaño—se burló ella.

—No creo que estés en posición para burlarte—señaló las esposas.

—Esposados por un estúpido, suena como un buen título para una película de comedia romántica.

—Pero, justo ahora está es la realidad.

—¿Siempre eres tan serio?

—¿Siempre eres tan despreocupada?

—Desesperarnos no hará desaparecer las esposas, ¿o sí?

—Tampoco burlarnos de la situación lo hará, ¿verdad?

—¿Esta es una discusión?

—Si sigues preguntando, continuaré contradiciendo

—Qué molesto seria preguntar entonces, ¿no?

—Discutir sólo hará de la situación más molesta

—Qué maduro

—Ni que fuera una fruta

—Bueno, por lo menos déjate recibir un halago.

—¿Eso fue un cumplido?, con ese tono de voz no lo parece. Entonces pienso, que hay que tener mucha fuerza para estar calmado en momentos malos.

—Gracias—dijo dándole un sorbo a su chocolate caliente.

Un teléfono se puso a sonar. Era el de Maxine.

—Espero que sea Gabriela diciendo que ya nos sacará de esta situación.—dijo antes de revisar su celular.

Sólo que no era una llamada. Era una alarma recordándole que Silencio Flojo la esperaba en la colina fuera de la ciudad. Ella se había dado cuenta que había hecho una promesa, Y definitivamente esa era una promesa que debía cumplir. Aquí es donde preguntarás ¿Cómo rayos una chica que está esposada con un desconocido, va a ir directo a una colina fuera la ciudad de la cual se tarda 45 minutos en llegar?, llegará en 20 minutos. En ese momento ella pensaba en una cosa.

DEBO LLEGAR SIN IMPORTAR QUÉ.》

Entonces ella inmediatamente saco de su mochila los converse verdes. Se quitó las sandalias doradas que le habían obligado a usar y se los puso inmediatamente. Héctor se sentía confundido de las acciones de la chica. Maxine se paró de la mesa, él la miraba curioso. Ella como acto seguido, le hizo una señal de levantarse.

—¿Qué haces?—preguntó Héctor ante el cambio de situación.

—Daremos un paseo, uno muy veloz.

—¿Qué?

Ambos salieron de la cafetería corriendo. Héctor estaba siendo arrastrado a un lugar que desconocía por completo. Ella continuaba corriendo determinada a que iba a llegar a la colina a tiempo.

Quedaban veinte minutos para llegar. Sus respiraciones eran aceleradas, las calles estaban llenas de personas que recién salían de sus trabajos. Cansadas, sudorosas y estresadas. Ellos a pesar de ello, atravesaron al gran número de personas que iban al contrario de ellas. Héctor empezaba a cansarse, Maxine vio su reloj.

"FALTAN 12 MINUTOS. DEBO LLEGAR RAPIDO."

Ella pensó.

Frenaron y subieron a un autobús lleno de personas, que los llevaría cerca de aquella colina en 10 minutos. Eso fue un descanso para ambos. Héctor se preguntó si la situación podía empeorar. Cuando el bus llego ambos se bajaron, a él le dolía la muñeca debido a que Maxine lo halaba, además con esas esposas era doloroso. Con todo el desorden a Maxine se le soltó su ondulado cabello.

—¡Quedan dos minutos!—exclamó Maxine—Tenemos que llegar.

Él no podía decir nada por el cansancio. Siguió siendo obligado a seguirla. La velocidad en la que corrían había disminuido porque el camino para llegar a la colina era un sendero cuesta arriba. Él se preguntó qué tipo de mirada tendría ella en este momento. ¿Una cansada?, ¿Una feliz? o ¿Una despreocupada?

Cuando todo parecía nunca acabar, finalmente habían llegado a la colina por la cual Maxine había luchado por llegar. Este era el momento de saber la razón por la cual ella quería venir aquí desesperadamente. Pronto Héctor lo sabría.

Lazy Monkeys CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora