Treinta y seis

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A la mañana siguiente cuando desperté, aún dormías. Mi brazo estaba enrollado en tu cintura y tu rostro estaba oculto en el hueco de mi cuello a la vez que tu brazo se aferraba a mi cadera y nuestras piernas se encontraban entrelazadas.

Tu cálida respiración golpeaba mi cuello una y otra vez creando un ligero cosquilleo. Desde ese entonces me gusta dormir contigo.

Amor infinito | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora