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La respiración calmada de Emanuel relajaba al chico que lo acompañaba. Mientras el menor dormía, Alexis le acariciaba la espalda con ternura. Amaba verlo tan tranquilo.

— Deja de mirarme, me das miedo.— susurró Frijo al sentir la vista del mayor.

— Pensé que estabas durmiendo.— dijo sin parar de acariciarlo. El más bajo se sentó para poder verlo.— ¿Qué pasó?— preguntó con preocupación.

— Nada.— suspiró. No estaba seguro de si de verdad le pasaba algo. Sabía muy bien que su relación era de amigos con derechos o algo así. Nada más, pero a veces los celos lo carcomían.— ¿Por qué hacemos esto?— decía refiriéndose a su rutina de todas las noches.

— ¿Ya no querés?—  su tono de voz dulce y pacífico era perfecto.

— No, no, no es eso.— negaba ante la pregunta.— Si quiero, es más, me encanta.— dijo con algo de vergüenza, no eran de hablar sobre lo que hacían, tan solo se dejaban llevar.— Pasa que, no sé.— pensaba en que decir.— ¿No te sentís mal por ponerle los cuernos a tu novia?

Midel nunca creyó que iba a tener que responder una pregunta como esa. Tendría que habérselo imaginado. No todo siempre le iba a salir bien. De todas formas tenía que responderle.

— Mira.— sonrió.—Si es con vos, no me van a importar los otros.— y solo faltaba que dijera eso para conseguir que Emanuel le creyera.

Pero, quizá si era verdad.

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