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No cuentes con mi amor, jamás será tuyo, porque por más que lo intentes, nunca formare parte de tu vida, no significas nada para mí y aquello nunca cambiará

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No cuentes con mi amor, jamás será tuyo, porque por más que lo intentes, nunca formare parte de tu vida, no significas nada para mí y aquello nunca cambiará.

Las ramas de los verdosos arboles se mecían para llamar la atención del viento dándole la bienvenida a un nuevo y despejado, pero frio día donde se había puesto fin a los climas que habían estado soportando durante los últimos meses para darle la bienvenida a los tiempos más cálidos. Primavera estaba a la vuelta de la esquina.

En el lugar donde las imponentes murallas se alzaban para proteger a la población del Reino Azul, un terreno amplio que fue creciendo de generación en generación. Había sido creado como una pequeña ciudadela en desarrollo, y cuando se proclamaron los primeros reyes, estos comenzaron a señar alianzas con sus pares de otros sitios y así poco a poco el reino se convirtió en uno solo, fuerte e imparable, y en donde, lamentablemente, Kaito seguía para ser gobernante.

El castillo se divisaba desde lejos con sus grandes puertas y aquellas brillantes cupulas doradas eran un centro turístico constante. Aquel lugar mágico daba refugio a la familia real, como lo habían hecho desde las últimas décadas, y justo en donde se instalaba el trono del rey y la reina, justo junto a eso se encontraba cierto chico de ojos azules, mirando por la ventana mientras su mano movía inconscientemente la pieza de la reina del juego de ajedrez.

— Vamos hijo, el pueblo está comenzando a ponerse ansioso. Estas por cumplir veinte años Kaito, necesitan la seguridad de que habrá un heredero. — El rey, con sus ojos azules como su único heredero y el cabello decolorado en todo esos tonos grises y blancos debido a su edad, volvió a insistir, y teniendo sobre la mesa un gran y pesado libro sobre las realezas vecinas, esperaba que el joven príncipe se tomara enserio el asunto.

— Padre... No estoy listo para tener hijos, y ni siquiera sé si en ese libro exista alguien que realmente me lleve a las nubes, tal como decía mamá — Comentó soñador, su padre agito la cabeza como su sus palabras sonaran peor en su cabeza que en el aire.

— Olvida eso Kaito, me diste tu palabra. Rechazamos la alianza con el reino más cercano porque me prometiste que te lo tomarías en serio y que te casarías sin reproches si tu escogías a tu novia. — Dijo acariciando el punto entre ceja y ceja.

El chico de cabellos azules suspiro — Tienes razón, te di mi palabra.... — Bramo tomando el libro nuevamente entre sus manos dispuesto a repasar cada una de sus páginas por tercera vez. Las primeras páginas eran texto que no pensaba leer, las siguientes a esa mostraban la extensión de las tierras de los reinos más cercanos, y debajo de dichos dibujos se encontraban las fotografías de sus gobernantes, de la familia real, de los príncipes y princesas y es allí donde Kaito tiene que escoger una dama para que sea su esposa. — Cielos... Cada una es más perfecta que la anterior. — Exclamo agobiado, su padre en un ademán dudoso río.

— ¿Y eso es...Bueno? —

— No en realidad... — Soltó, y su padre acarició su rostro llevando su mano desde la frente hasta el mentón tapado por su gruesa barba. — Sé que esta búsqueda ha sido agobiante para ti papá, quieres lo mejor para el reino y todo ello depende de mí, una buena decisión nos puede favorecer mucho... Pero no quiero desposar a una muñeca de porcelana

No cuentes con mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora