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Una, dos, tres y más de cinco semanas... Vaya que el tiempo pasaba demasiado rápido cuando necesitaba lo contrario.

Miku caminaba de bastante buen humor aquel día, ¿La razón? Había despertado tarde y su capricho de dormir demasiado fue cumplido.

A su lado, Kaito caminaba en silencio cargando dos maletas, una en cada mano mientras seguían el camino hasta la nueva casa que habría comprado especialmente para su buena amiga Yuriko Kagamine. En las maletas estaban parte de sus pertenencias faltantes y una ración extra de alimentos y objetos de necesidad básica.

— No comas todo de una vez, te dolerá el estómago y subirás de peso — Kaito le reprendió viendo como su novia come felizmente todos los postres que decidió comprar, y que él pagó claro está, en un carrito camino hacia acá.

— Eso no te importa — Exclamó haciendo caso omiso a su advertencia.

— Tienes razón, es tu cuerpo y no tengo derecho sobre el, pero te conozco. Te pondrás de mal humor y estarás al menos tres días comiendo lo mínimo para volver a tu peso original — Contratacó, ella guardo silencio avergonzada, pues si había hecho aquello un par de veces...

— Solo uno más, lo prometo. — Dijo dando una sonrisa que sin duda él aprecio — Por cierto, gracias por pagar te devolveré el dinero apenas lleguemos al castillo.

— No es necesario, estoy seguro de que alguna vez te dije que consentirte es una de mis actividades favoritas.

Ella no tuvo nada más que decir, este diálogo lo tenían casi todo el tiempo y lo había entendido hace mucho, es inútil intentar que Kaito cambie de opinión pues de todas sus cualidades, su dulzura, obstinación y perseverancia son sus más grandes características, sin contar su orgullo que es casi tan grande como el de la misma princesa.

El camino restante paso sin grandes contratiempos, solo uno que otro civil del pueblo que los detenía empezando con cuestionarios dudosos sobre ellos, su compromiso e incluso futuras propuestas al reino. Aquella clase de comportamiento estaba sucediendo más seguido el último tiempo, en donde incluso muchos de ellos ya los trataban como reyes, pidiendo en ocasiones una bendición de su parte o tal vez algo de dinero...

Con cada interrupción de aquellas, Miku se desinteresa de la corona poco a poco, como si se preguntara así misma cuanto podía soportar su cuerpo bajo toda aquella presión que esperaba recibir sola.

La estancia en casa de Yuriko fue agradable, más de lo que imagino de hecho. Era un lugar pintoresco y se volvió aún más increíble luego de ser decorado por ella misma, además sus dos mejores amigos, Rin y Len habían decidido disminuir sus horas de trabajo, así durante el medio día su almuerzo lo pasaban en compañía de su madre, además de recibir un pase especial solo para ellos, en donde podían quedarse a dormir en la casa todos los días que desearan sin perder su cama en el castillo, siempre y cuando llegarán a tiempo.

No cuentes con mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora